Llegada tardía

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Woohyun deslizó con lentitud un trozo de esponja sobre los labios demacrados, partidos y sin vida, el olor a humedad inundó sus fosas nasales, había sido un buen sitio donde había llevado a Kibum, no era una mazmorra era un simple cuarto en la torre más alta y alejada del castillo, ningún sirviente sabía de su existencia y si lo sabían no se acercaban por temor a ser castigados por su amo. Porque sí, Woohyun era realmente cruel, el no dejaba vivo a nadie cuando de castigos se trataba, el aniquilaba.

Había planeado atacar el castillo Choi en la madrugada y había resultado de lo más favorable, Minho había sido un estúpido al querer enfrentar a sus hombres, cuando lo vio caer al suelo con el torso ensangrentado supo que había muerto y con eso tendría mayor facilidad para llegar a Kibum, su obsesión. No le causó remordimiento golpearlo para dejarlo inconsciente y llevarlo así a su reino, después de todo no le importaba su hijo, solo el exquisito cuerpo que poseía la reina del palacio Choi.

Volvió a deslizar la esponja apenas llena de agua por los labios, como siempre el silencio reinaba gracias al miedo que Kibum le tenía.

Frente a él se situaba un rubio por demás desgastado, le dolía siquiera hablar, el rostro estaba demacrado y salpicado de diversos moretones, Woohyun no había tenido piedad al golpearlo con tal de callarlo; la vista la mantenía fijada al suelo, no podía mirar al hombre que lo había secuestrado.

—Mi hermosa reina, mira cómo has quedado —Woohyun chasqueó la lengua. Negó lentamente dando una sonrisa al ver el rostro contrario, la burla instalada en su rostro no era nada discreta—, tengo tantos deseos por poseerte...—Bajó con lentitud la vista hasta posarla sobre el hinchado vientre, con esa misma sonrisa volvió a hablar—, esperaré a que nazca esa cosa, debes despedirte de él porque en mi reino no quiero bastardos.

Kibum gimió e intentó gritar más de sus labios salió un bajo gruñido, uno cargado de rabia, de amargura, fulminó con la mirada a aquel hombre que le había mantenido preso en una habitación una larga semana, sentía que moriría en cualquier momento, sabía que su cuerpo no resistiría más, su bebé poco a poco moría junto a él y nada podía hacer, su cuerpo dolía cada vez más.

Derramó lágrimas silenciosas y sumisas, apretó los dientes hasta hacerlos chirriar, se encogió y apoyó las manos sobre el suelo para intentar incorporarse de su sitio y poder escapar; sin embargo la palma de Woohyun se apoyó sobre su pecho y lo retuvo contra el suelo logrando inmovilizarlo.

—¡Basta! —Gritó enfurecido su torturador— Minho murió, ¿entiendes? ¡Murió! y ahora tú eres de mi propiedad. —la cólera lo invadió. Se levantó observando como Kibum no hacía nada por moverse, la sonrisa de satisfacción llegó como un latigazo de placer.

Para Kibum esas palabras no fueron más que cuchilladas a su corazón, gimió y soltó a llorar con más dolor, no podía verse a lado de aquel hombre de toscas facciones y corazón de piedra, su cuerpo se contrajo ante el dolor de la pérdida de su amado, cada día que pasaba sentía que perdía fuerza para seguir con vida, apenas y logró ladear su cuerpo para encerrarse en su propio mundo, uno donde seguía con Minho y su hijo, uno donde era feliz y no era prisionero.

Woohyun le observó en silencio, enarcó una ceja de total burla y ladeó su sonrisa, pasó a lado del cuerpo lechoso y salió de aquella habitación de piedra, se escuchó el ruido de una llave introducirse para cerrar la puerta por fuera, dejándolo solo de nuevo.

El rubio se mantuvo así, alzó la mirada poco a poco para observar frente a él la bandeja de agua y pan duro, se acercó con miedo, con timidez, rozó las yemas blancas por sobre la corteza dura de aquel pan, lo sujetó débil y lo llevó a su boca. No le supo a nada, sin embargo aquel trozo duro de pan le ayudaba a no sentir su estómago hueco y le evitaba el tener severos dolores, bebió poco a poco sintiendo como aquel vital líquido le ayudaba a soportar el dolor de no tener alimento.

Esclavo perfecto «MinKey»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora