La orden

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Se encontraba extendiendo una gran sábana, lo cierto era que ahora ya no era un niño, no del todo, después de aquel contacto que tuvo con el más alto algo cambió. ¿Razón? recibió un beso, un beso que no fue nada más que un despojo de la virginidad de sus labios, desde aquel beso su ahora amo no le había vuelto a tocar, se había vuelto frío, en parte lo agradecía pues le temía, no lo había golpeado, azotado o castigado como a los demás peones, por ello siempre obedecía a todo lo que su dueño ordenaba.

Salió de la gran habitación, seguía usando vestidos por dos motivos: Orden del príncipe y por fetiche de la mucama que había adoptado como mamá, los vestidos le quedaban a la perfección, bajó las escaleras hasta llegar a la cocina.

— ¿Mamá? —Se pasó tocando el borde de una cubeta, llamando a la mucama que lo había recibido por primera vez— ¿Mamá?

Entró por la pequeña puerta trasera su "mamá", los años habían pasado pero ella seguía luciendo hermosa para él, radiante y maternal.

— ¿Qué sucede hijo? —Sonrió al bonito niño que ella había cuidado con tanto amor.

—Nada. —Negó lento mientras abrazaba ahora la sabana en un inconsciente movimiento— Ya no tengo nada que hacer, he acabado mis labores demasiado temprano —suspiró frustrado de no encontrar nada que hacer— ¿Te ayudo en algo?

La mamá sonrió y asintió, le llamó con la mano para que se acercara a la estufa de leña.

—Aprenderás a cocinar, esto te ayudará. —dijo señalando un caldero, se asomó un poco para ver el agua hirviendo.

—¿Por qué? —ladeó la cabeza curioso.

Ese gesto siempre había fascinado a la mamá del rubio, era su pequeño gatito, su hijo que aunque no fuese de sangre, ella lo amaba como tal, le había enseñado en estos años los oficios de una sirvienta, sin embargo ella sabía a la perfección que su querido hijo no terminaría como sirvienta, desde un inicio lo supo, el pequeño era el esclavo personal de Minho el hijo del rey, y eso le convertía a ser su esclavo sexual por las buenas o por las malas, aquellas ideas martillaban fuerte su corazón, abrazó a su gatito con fuerza y echó a llorar porque no le gustaba la idea pero ante el príncipe nada se podía hacer.

—Mi niño, perdóname, lo siento.

—¿Qué sientes? —le miró curioso de ver que lloraba con pena.

—La vida a veces no es tan hermosa como parece.

—¿Por qué no?

—Porque a veces, solo venimos a este mundo a sufrir.

Y bien lo sabía él, quien había sufrido desde niño, sin embargo los tres años que llevaba ya ahí, los había visto como los más hermosos, no sufría, solo se dedicaba a atender a su amo, hacía labores domésticas y de vez en cuando se ponía a tejer algún suéter para el mismo.

—Te equivocas mamá... —Sonrió enjugando las lágrimas de su madre con delicadeza— A veces debemos sufrir para después disfrutar de lo mejor de la vida.

—Eres muy joven aún, por eso no comprendes. —Acarició los cabellos del menor con suavidad— Disfruta tu vida Kibum, disfrútala. —Sonrió tratando de conformarse a ella misma con sus palabras, aunque no fueran ciertas.

Ante eso el chico salió de la cocina, caminó hacia el pequeño cuarto de lavandería, ahí había algunas mujeres con cestos de ropa, se dirigían al río para poder lavar toda la ropa del castillo, saludó sonriente como siempre y entregó las sabanas que antes había quitado, se le entregó un juego nuevo, los cogió y retornó al castillo.

Volvió a la cocina, pasó de corrido ignorando la presencia de su mamá, recorrió los largos pasillos, subió escaleras hasta llegar a su destino, el cuarto de su amo, abrió la puerta, la cerró y suspiró, vaya que se había cansado, abrió las ventanas para que la oscuridad de la habitación desapareciera, también para que entrara un poco de aire y no se sintiera tan fría la habitación, se disponía a guardar el nuevo juego de sabanas en el armario que estaba hasta el fondo, justo ahí las guardo pero cuando regresó, se encontró con algo que jamás había visto.

Esclavo perfecto «MinKey»Where stories live. Discover now