Descontrol

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Se hizo ovillo debajo de un árbol, observó las nubes mientras pestañeaba lento, aún derramaba lágrimas, suspiró largo y con pesar, no había remedio para su situación, observó sus manos y después pasó el borde de su vestido por su cara para enjugar los restos de dolor que caían por sus mejillas.

Cerró los ojos, apoyándose en el árbol por completo, se relajó unos instantes, lo necesitaba después de haber liberado un poco de su dolor, había empezado a dormirse, su cuerpo necesitaba descanso.

—¡Gatito! —Escuchó una suave voz masculina cerca de su oído, le hizo abrir los ojos por el asombro—. ¿Qué haces aquí?-

El pequeño observó algo confuso a su amo, quien se había sentado a su lado para atraerlo de la cintura, Minho recargó el peso pequeño sobre su pecho, tenerlo cerca le hacía sentir feliz, posó su mano sobre la cabeza rubia esperando respuesta.

—¿Qué ha dicho mi señor?—cuestionó en susurro, acomodando mejor su cara contra el duro pectoral de su amo.

Minho río, una risa varonil y perfecta que encantó a los oídos de Kibum.

—¿Qué haces aquí mi bonito, tan alejado del castillo?

—Me gusta estar aquí—respondió con simpleza, no tenía muchos ánimos para hablar.

—¡Oh Kibum!, mi perfecto Kibum—Minho acarició los cabellos, causando un suspiro nostálgico en el pequeño, recordar las palabras de Taeyeon le mantenían firme a que su amor era imposible—, ¿Qué oprime tu corazón? —cuestionó dando un besó a su nuca.

—Nada mi señor, nada. —susurró cerrando los ojos, deleitándose con el palpitar del corazón de su amo.

Minho al verlo tan callado y distante cargó al pequeño con facilidad lo acomodó sobre sus piernas, de este modo tuvo una mejor visión de su rubio, al verlo tan ajeno a todo volvió a acunarlo entre su pecho, meciendo con suavidad a su esclavo esperó a que hablara pero nunca llegaron las palabras, por lo que decidió preguntar.

—¿Seguro?

—Si mi señor. —Se limitó a decir su esclavo, no le quedó de otra que hacer caso.

Ambos se quedaron callados, Minho se mantuvo acariciando los cabellos rubios mientras observaba el paisaje y Kibum permaneció recostado sobre su pecho, con los ojos cerrados, intentando olvidar ese dolor que le oprimía el corazón. Intentando olvidar que como esclavo no valía nada.

A Minho comenzaba a no darle importancia lo que los criados del castillo dijeran, el amaba a Kibum, de eso estaba seguro, después de un rato de haber mantenido aquellas suaves caricias, sintió como al fin el minino se relajaba entre sus brazos, sabía que había llorado, esos ojos estaban rojos y no había una sonrisa radiante como siempre, sin embargo no pensaba forzarlo a hablar, no quería herirlo, más de lo que ya le había herido.

Le dolía el corazón de saber que el minino sufría y no sabía la razón, besó su frente con suavidad intentando con esto transmitir un poco de su amor, acarició sus suaves mejillas deseando que Kibum lo observara, pero no resultó debido a que el menor mantenía la vista baja.

—¡Kibum! —posó su mano detrás de la espalda pequeña como forma de apoyo.

—¿Si mi señor?

—Te amo. —estrechó al menor con mayor fuerza, hundiendo su rostro entre su cuello.

El pequeño recibió una corriente eléctrica por todo el cuerpo, abrió los ojos para alzar tímidamente una mano y depositarla en la mejilla de su amo, Minho alzó el rostro para poder contemplar a su esclavo, quien tenía los ojos bastante abiertos. Kibum le observó aún atónito y sabía que lloraría hasta permitirse morir por aquellas palabras que aunque sonaran dulces en los labios de su amo, en realidad eran latigazos de una cruel mentira.

Esclavo perfecto «MinKey»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora