Algo llamado amor

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Kibum yacía en la cama de su amo, había dormido toda la noche y parte de la mañana, Minho se encontraba demasiado preocupado ya que el felino no había despertado desde su desmayo...

—Mi señor, —la madre del rubio miró a su pequeño con preocupación— conozco a alguien que probablemente ayude.

—¿Quién? —cuestionó igual de angustiado que la sirvienta, no despegó la vista del durmiente rubio.

—Heechul.

—¡Manda por él! —no dudó de sus palabras, lo primordial era el bienestar de su felino.

La madre asintió y salió corriendo en busca del nombrado. Heechul era un médico que curaba a base de infusiones, era bien conocido en el pueblo ya que su ayuda era efectiva.

A la mañana siguiente Heechul se encontraba en el castillo, revisando con sumo cuidado al menor, palpó su cara y limpió el sudor, escuchaba como el menor jadeaba suave a causa del delirio de la fiebre, eso le hizo saber que no estaba del todo inconsciente o al menos que no estaba al borde de la muerte.

—Si me disculpan, —observó primero al príncipe— quisiera estar a solas con él. —la mirada cayó ahora sobre la sirvienta quien apenas asintió dudando de irse.

—¡Bien! —Minho se levantó de su cómoda silla, no sería imprudente por lo que dejaría al menor en manos del médico—, confió en ti, tengo asuntos por resolver con mi padre, pero en cuanto me desocupe, vendré de inmediato. —giró sobre sus talones y salió del cuarto dejándolo solo con la sirvienta.

—Cuide de mi hijo, por favor. —la súplica se acompañó de una suave reverencia, se marchó dejando solo a su hijo.

Heechul al estar ya solo con el rubio, jaló las mantas y descubrió el cuerpo pequeño, le quitó el camisón de tela blanca que portaba para que el cuerpo se refrescara un poco. De su bolso sacó un cuenco de madera, vertió vino y hierbas, las cuales estrujó entre sus dedos, mezcló bien para luego acercarse a él, tomándolo por los hombros y hacerle beber.

—¿Me oyes?, está amargo, pero te hará sentir mejor.

Kibum tragó aquella infusión, cierto era que no le sabía tan amargo como parecía, la cabeza le dolía horrores, era incapaz de abrir los ojos o de mover el cuerpo, todo su ser le pesaba como su fuera de hierro solido. Heechul lo depositó de nuevo sobre la cama, examinó su cuerpo delgado y lechoso, le cubrió apenas con una fina manta mientras esperaba a que hiciera efecto aquella bebida.

Minho volvió como lo había prometido, al no encontrar a Heechul en la habitación, se sentó a lado de su amado rubio y tomó su mano, le dio un corto beso sobre sus nudillos, acarició la frente, ahora un poco más fresca. Lo amaba, deseaba hacer las cosas bien aunque su prioridad ahora era la sanación de su durmiente esclavo.

—Vida mía, —Minho se inclinó pegando su frente a la sudorosa, rozó sus labios contra los resecos en un gesto inocente, siguió hablando en voz baja— solo ha sido una fiebre por el viaje, me encargaré de que nada malo más pase, por favor, despierta ya que tengo tanto que mostraste y sobre todo tengo que demostrarte que eres perfecto para mí, demostraré cuanto te amo y esta vez no haré estupideces para perderte de nuevo, lo prometo.

Al notar el cuerpo durmiente, no hizo más que desvestirse y acostarse a lado, rodeó la fina cintura para a traerlo y así intentar dormir tranquilo. Veló su sueño, dando pequeños besos a su mejilla fría, su serenidad le inquietaba, pero solo necesitaba, esperar. Incluso cuando se durmió, se negó a soltarlo, solo así pudo sentir un poco de paz.

—Agua...—murmuró el pequeño en la puesta de sol, la voz salía lastimada a causa de la deshidratación.

Minho se levantó con rapidez para servir agua de la jarra en una taza de porcelana, volvió para apoyar esta sobre los labios acorazonados, Kibum bebió enérgico degustando de la cristalina agua al correr por su garganta, al terminar de beber abrió los ojos con lentitud, tenía una mirada perdida, no había sonrisa en sus labios ni luz en su rostro.

Esclavo perfecto «MinKey»Where stories live. Discover now