Esperada coronación

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El cielo estaba despejado, se observaba azul por completo, Kibum sonreía mientras lo observaba acostado en el campo de trigo el cual comenzaba a secarse debido a las primeras heladas que se acercaban, con la diestra sujetó algunas ramitas, picando suavemente sus yemas causando un cosquilleo, sonrió para después incorporarse y sentarse, bostezó mientras palpaba con suavidad su barriga, sacó de su pequeña bolsa un pedazo de pan y una manzana, comió ambas cosas con tranquilidad observando de vez en cuando el ciel y sus al rededores. Regresó al castillo cuando se sintió cansado o bueno eso quiso hacer ya que terminó desviándose del camino para ir al establo, se imaginó que si dormía la siesta Minho lo regañaría por ser tan flojo, decidió por ende ir a un lugar donde no fuera molestado. Se quedó dormido en el cuarto donde guardaban la paja, recordó el primer día en que llegó al castillo, sonrió nostálgico y se adentró en una bola de esta misma durmiéndose en el centro.

Minho caminaba por todo el castillo apresurado, los sirvientes habían informado no saber nada del pequeño rubio, se adentró a todas las habitaciones, recorrió el río, el campo de trigo, los panales y los grandes árboles de manzano buscando al pequeño, ya era noche y seguía sin aparecer, temía lo peor, probablemente el menor había entrado al bosque y se había perdido o tal vez había sido secuestrado por bandidos, las piernas le temblaron al pensar en ello, caminó de regreso al castillo, se apresuró a entrar a la habitación dispuesto a cambiarse para salir en busca de su esposo, para su sorpresa se encontró con el menor acostado en la cama con los ojos cerrados, corrió hacia él, tomándole por los hombros.

—Kibum, Kibum. —comenzó a sacudirlo de manera brusca.

El rubio abrió los ojos asustado ante el salvaje movimiento encontrándose con la furiosa mirada de Minho.

—¿Dónde demonios estabas?

—Durmiendo —tartamudeó sintiéndose indefenso ante la mirada de Minho.

—¿Dónde?

—Donde guardan la paja.

—¿Qué hacías ahí?

—Dormir —contestó tímido, las preguntas del alto le intimidaban aún más.

—Te han buscado ahí y no te han encontrado.

—No buscaron bien —alzó la mirada hacia su esposo para fruncir el ceño en señal de rebeldía—, estaba metido en una bola de paja.

—¿Por qué te fuiste a dormir ahí?

—Porque luego me regañas sobre mi sueño —hizo un puchero esperando la reprimenda de su esposo, sin embargo solo hubo silencio por un rato.

Minho le observó, bajó lentamente la mirada hacia sus piernas desnudas, alargó la mano posando las yemas de los dedos sobre los muslos lechosos, mordió su labio inferior al ver como el rubio contraía el músculo, alzó la mirada topándose con la del felino, quien le observaba con una ceja arqueada y una media sonrisa, negó con suavidad causando mover el cabello rubio.

—No, ni lo sueñes.

—Por favor...—Minho ascendió la mano con lentitud sintiendo la textura de la suave piel.

—No —Kibum sonrió burlón pasando sus dedos por entre las piernas contrarias y fuertes hasta llegar al centro de estas, dando suaves caricias, jugaría también con su esposo— ¿Te gusta? —movió un poco la mano de forma circular.

Minho asintió dejando escapar un suspiro al sentir el tacto del pequeño por sobre sus pantalones, continuó dando caricias a las piernas blancas con suavidad.

—Por favor —empujó al menor a la cama besando efusivo los labios rosados mostrando cuando necesitado estaba— Kibum, no seas cruel.

Kibum mordió el labio carnoso de su esposo con ímpetu disfrutando de escuchar el sensual quejido proveniente de la boca ajena, posó sus manos a cada lado de la cintura fornida descendiendo con rapidez buscando el botón del pantalón, al llegar pudo desabrochar la prenda.

Esclavo perfecto «MinKey»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora