La directora

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Pasaron más de 20 minutos y la pelea no paraba, de un momento a otro hicieron un círculo al rededor de nosotros y comenzaron a gritar "Pelea, pelea, pelea". Pero después de un rato llego un profesor a separarnos.

- ¡Bien, bien, ya basta! - ordenó molesto mientras se ponía entre nosotros - ¡Usted, acompáñeme! - me gritó con el ceño fruncido mientras avanzaba. Yo fulmine al tal Flama con mi mirada y luego seguí al dichoso profesor a quién sabe dónde. Caminamos por el pasillo hasta llegar a la oficina principal - Estas en problemas jovencito. - me dijo con seriedad para luego abrir la puerta e indicarme que pasara.

Entré y vi a la directora de pie, dándome la espalda y mirando la ventana con los brazos detrás de la espalda. Luego el profesor cerro la puerta dejándome a solas con ella.

- Toma asiento. - me indicó sin dejar de mirar hacia afuera. Me acerqué y me senté en la silla que estaba frente a su escritorio. Suspiró. - Esperaba no tenerte en mi oficina el primer día. - dijo dándose vuelta.

- Yo no prometí nada.

- Marshall... - dijo mirándome a los ojos con las cejas levantadas.

- Lo se... lo siento Simone - dije arrepentido - Es que.. no lo pude evitar, enserio me estaba irritando.

- Escucha, te acepte en esta escuela con una condición.. sin peleas, ni poderes sobrenaturales. - me comenzó a explicar mientras se sentaba en la silla tras el escritorio - Los humanos no son como tú, sus cuerpos son más débiles, más frágiles y salen heridos. Además, pones en peligro tu identidad como rey vampiro al exponerte así. ¿Lo entiendes, pequeño? - esa palabra... Al escucharla no pude evitar sonreír. - ¿Qué sucede?

- "Pequeño"... Hace muchos años que no me llamas así... Lo extrañaba - respondí con una sonrisa formada en mi rostro.

- Sé que ya tienes 1003 años pero.. siempre te veré como el pequeño que fuiste. - dijo mientras me miraba directamente a los ojos.

Pero luego mi sonrisa se borró al girar hacia la vitrina y ver la corona. Esa maldita corona fue lo que la alejó cada vez más de mi, y poco a poco fue consumiendo lo que quedaba de la mujer que algún día fue mi mejor amiga, casi una madre para mi, la única persona con la que pude contar. Mis ojos se pusieron brillosos y se me hizo un nudo en la garganta.

- Aún conservas tu corona. - dije con la voz entre cortada sin dejar de observar la vitrina. Ella suspiró pesadamente.

- No me arriesgaré a que caiga en otras manos... Es mejor mantenerla segura. Asi nadie sufrirá lo mismo que yo.

- Eso espero - suspiré. No quería ponerme sentimental, pero habíamos tocado un tema muy delicado.

- ¿Sigues molesto? - me preguntó buscando mi mirada.

- No, no estoy molesto. Nunca lo estuve - respondí volteando para verla a la cara - Sólo... sigo algo dolido por todo.. Me dolió perderte - respondí cabizbajo.

- Ay, pequeño... - dijo parándose de su asiento para luego acercarse a mi y levantar mi mirada con su mano en mi barbilla. - No sabes cuanto lo lamento. - luego me abrazó. Sentí como una lágrima resbalaba por mi mejilla - Prometo que no te volveré a abandonar.

- Gracias Simone. - susurré.

El secreto de Marshall Lee | FioleeWhere stories live. Discover now