2 de Diciembre 791

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- Esa mujer sí que es lenta... - menciono Bob como si alguien hubiese pedido su opinión - ¡Vaya que tienes apetito ¿verdad hombrecito?! – Bob alzo un de sus regordetas manos hacia mí con la intensión de darme una palmada en la espalda, aunque lo hizo rápido con la intención de tomarme por sorpresa, para mi sus movimientos parecían en cámara lenta, antes de que pudiera hacer contacto conmigo batí mi mano derecha contra la suya apartándola de mi persona.

- No me toques... - le advertí sin mirarle siquiera antes de darle un mordisco a mi primera hamburguesa.

- ¿Te crees muy valiente enano? – pregunto sonriendo con prepotencia - ¡Vamos a afuera!

- Cierra la boca... - le advertí por segunda vez.

- ¡Imbécil! ¡¿Crees que voy a dejar que me intimides?! – Bob estiro su mano derecha hacia mi plato tratando de tomar una de mis hamburguesas. Antes de que pudiese alcanzarla lo sujete por la muñeca y apreté con "suavidad" - ¡Ahhh mi mano! ¡eres un animal! ¡La vas a romper!

- Aun no, pero si no haces caso y dejas de fastidiarme insecto, desearas que sea lo único que te rompa – Las miradas de los presentes se habían centrado en nosotros debido a los alaridos de Bob, Charleen y el cocinero salieron de la cocina a causa del escándalo, solté a Bob y dio un par de pasos hacia atrás sujetándose la muñeca lastimada.

- Esa voz... yo sé quién eres – dijo Bob con su rostro retorcido en una mezcla de dolor e ira.

- ¿...? – lo mire completamente extrañado, ¿Cómo era que este mequetrefe me conocía?

- Eres ese cretino que amenazo a todo mundo para le diéramos nuestra energía luego de que Mr. Satán nos revivió.

- ¡Es cierto es la misma voz! – grito alguien al fondo del comedor.

El lugar pronto se llenó de cuchicheos y los ojos de comensales se clavaron en mí.

- ¿Es tu culpa verdad?... si tiene que serlo – susurro Bob frunciendo el ceño.

- ¿De qué demonios hablas?

- ¡Es tu culpa que mi hermano no resucitara! – me reclamo a gritos.

Me tomo unos segundos entender de lo que se me acusaba, de hecho no lo entendía del todo pero por lo que decía probablemente tenía algo que ver con el deseo que le pedí a las esferas del dragón.

- ¡Bob Tranquilízate! – le imploro Charleen.

- ¡No te metas mujer! – la mirada de Bob no se despegó de mí y sentía como si fuera a echárseme encima en cualquier momento – Siempre me pareció extraño, mi hermano y yo estábamos juntos cuando ese monstruo empezó a matar gente, aún recuerdo como mi hermano fue atravesado por una de esas luces rosas que cayeron del cielo, y luego antes de que pudiera socorrerlo lo mismo me paso a mí.

- ... - recordé en ese momento que Piccoro me conto como trato de ganar tiempo para que Trunks y Goten perfeccionaran la fusión tentando a Majin Boo con matar a todos los humanos, a lo que el respondió lanzando millones de proyectiles de energía desde el templo de Kami sama, diezmando así a los habitantes de la tierra.

- Pero luego, cuando reviví mi hermano seguía a mi lado, tendido y muerto.

- Bob, se cómo te sientes – intervino el cocinero con una profunda voz – tu hermano era un miserable, pero no merecía morir así.

- ¡Charleen! – llamo Bob a la mesera – tú también lo recuerdas ¿verdad? Es la misma voz que todos escucharon después de que revivimos, seguramente el hizo algo para que no reviviera.

- ... - Charleen desvió la mirada sin responder.

- ¡¿Es que no te das cuenta?! ¡Seguramente este tipo tuvo algo que ver! ¡Si lo obligamos seguramente podrá revivir a mi hermano! ¡Tu esposo!

- ¡Ihg! – Charleen ahogo un grito en su garganta, ahora entendía porque este tonto le hablaba con tanta familiaridad y porque ella soportaba su maltrato, pero me sorprendió aún más la expresión de la mesera, su cara paso de mostrar confusión a un miedo casi instintivo - ¡Nooo! –

- ¡...! – No solo yo sino todos se sorprendieron al ver a Charleen caer de rodillas y cubrirse la cabeza con las manos, el cocinero se arrodillo con ella y la sostuvo en sus brazos confortándola.

- ¡Tranquila Charleen! Ya se terminó, el no volverá. – le dijo el cocinero.

- ¡¿Pero que están diciendo?! – reclamo Bob - ¡Aquí está la forma de traerlo de vuelta! – remarco señalándome con un dedo.

- ... - mire por un momento a la mujer y me atreví a hacer una deducción – ese hombre... tu esposo... - dije llamando atención de todos hacia mí, Charleen me miro con los ojos llorosos - ¿él era malvado?

- ¡Por supuesto que no! – interrumpió Bob - ¡mi hermano era el mej-!

- ¡El me golpeaba! – interpuso Charleen con firmeza en su voz acallando todas las demás - ¡Todas las noches!, ¡cuando las cosas iban mal!, ¡siempre que se embriagaba contigo Bob y regresaba a casa!, usaba cualquier excusa para usarme como su costal de boxeo, nunca me golpeaba el rostro para que nadie se diera cuenta claro.

- ... - la cara de Bob quedo desolada, toda señal de enojo dio paso a la desilusión.

Bob se quedó en silencio por un momento y luego murmuró por lo bajo cosas inteligibles- "no...porque no lo vi... entonces esa vez" luego de unos minutos bajo la mirada juzgante de todos los comensales, Bob se disculpó y se fue sin más que decir. Le tomo un rato recobrar la compostura a Charleen, yo volví a concentrarme en mi comida y los demás presentes en el restaurante continuaron con lo suyo. Sin embargo por dentro mi mente estaba haciendo horas extras tratando de hallarle sentido a la escena de drama que había presenciado. Recordé entonces cuando pedí el deseo – quiero que revivan a toda la gente que murió desde aquel día que se realizó el torneo de las artes marciales... a excepción de los malos – esa última frase, mi intención era evitar que Babidi y sus secuaces reviviesen por accidente, pero nunca repare en pensar en que no solo ellos eran malos; en este mundo existe la maldad, es parte de la naturaleza humana, y hay personas que se entregan a ella, de la misma manera que yo lo hice ese fatídico día, pero alguna fuerza en este universo decidió que al momento de pedir ese deseo, yo no era malvado ya, como dijo Kakarotto, yo ya no era de los malos... corrí con suerte ese día. Termine mi comida y pague la cuenta, al momento de cobrarme, Charleen aun parecía aturdida por lo pasado.

- Su esposo era malo – le dije mientras me levantaba de mi asiento – en aquel momento, pedí que los malos no revivieran.

- ¿Eh?... – me miro confundida por un momento, y luego sus ojos se pusieron vidriosos – entonces, ¡entonces usted si fue!...

- Gracias por la comida – sin dejarla terminar, me di la vuelta y sali del restaurante, me encamine hacia mi auto, pero ella corrió detrás de mí.

- ¡GRACIAS! – le corrían lagrimas por las mejillas, pero sonreía - ¡gracias por liberarme!

- ... - sencillamente asentí con la cabeza, y eche a andar el auto para partir.

Nunca he vuelto a ir a ese comedor en todos estos años, supongo que ese fue el cierre de un capitulo en la vida de esa mujer y en la mía, uno que no tiene caso visitar nuevamente.

Las Memorias de VegetaWhere stories live. Discover now