Capítulo 4. Azul la exploradora

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Odio los lunes, y más todavía, cuando mi jefe me despierta a las siete de la mañana pidiendo por la nota "loca" de la semana. No tengo ni el uno por ciento del material prometido además de un balazo en la nuca por todo lo que bebí el fin de semana.

Trabajo en una revista típica, pero "cool" dentro del ambiente de las revistas. No tiene un lector determinado, está dirigida a un público general y heterogéneo, pero dentro de las magazines clásicas es la que más se aggiorna a las actuales dinámicas de lectura. Intenta una estética distinta y tiene escritores de diseño, "secciones frescas" y algunos intentos creativos.

En el mundo editorial es considerada la "google" de las revistas. Hay algunas secciones típicas y otras no tanto. Como la mía, tengo a cargo las "notas raras" según Martín Kleen, mi Jefe.

El sonido de mi celular es como una punzada en la sien. Miro la pantalla, y ahí está el mensaje de Martin. Ultima vez en línea hoy a las 7.11 am. Son las 7.20hs. Me decido a contestar.

—Martín, está casi listo todo. Falta pulir. Me quedo en casa trabajando en la nota para entregarla hoy a la noche, ¿ok? —tipeo tan desganada, como lo mentirosa que soy.

Me contesta con una carita de agobio, mientras pienso ¿No está grande para las caritas?

Martín tiene 45 y hace 10 años que está a cargo de la revista. Hay que reconocer que él es quien definitivamente la salvó de la muerte en un momento muy difícil para los medios gráficos con el auge del boom digital y las nuevas formas de comunicación.

En esencia, es una extraña combinación entre mentalidad empresarial y sueños progresistas pop. Físicamente, podría decirse que, para su edad, está muy bien. No es mi estilo, pero reconozco que el hecho de ser el jefe editorial de una revista con tanta salida, vestir con marcas internacionales, no pesar más de cien kilos y medir un metro noventa, te hacen un ser muy apetecible en un mercado lleno de mujeres desesperadas.

Por alguna extraña razón siempre le caí bien, a pesar de no ser una de sus aduladoras habituales. De hecho, él me eligió personalmente para este puesto. Nunca me voy a olvidar de la entrevista en la que quedé seleccionada. Martín estaba sentado frente a mí, diseccionándome detrás de unos anteojos de marco negro tipo nerd. Junto a él, estaba Laura Carr, la asesora legal de la revista, con una cola bien tirante de caballo y un trajecito típico de abogada, y Elena Paine, la Jefa de Personal, llevando un carré recién salido de la peluquería y unos jeans muy varoniles que captaron mi atención. La cara de pocos amigos de ambas era aterradora.

Me preguntaron cómo titularía una nota a publicar en la sección de actualidad. Tenía la mente en blanco, los nervios de punta y necesitaba el trabajo. Una persona normal, hubiera tomado cualquier noticia de la coyuntura y le hubiera colocado un título típico de zócalo de noticiero. No fue mi caso, claramente. Seguía como un pizarrón vacío a punto de delirar en colores.

Detrás de ellos, había una pantalla gigante que emitía un canal de noticias internacional en el que hablaban de una movida de Greenpeace para rescatar un oso polar de un iceberg en Siberia. Al lado de la TV, una gran biblioteca llena de libros, en donde solo pude divisar el tan debatido ejemplar en los noventa "Fin de las ideologías" ....

De inmediato dije encendiéndome "El mundo en vilo por un oso polar, definitivamente, el fin de las ideologías". Mis ojos pidieron perdón de inmediato al finalizar la frase y cerré los ojos, me sentí una auténtica Bridget Jones. Solo esperé la piña. Las mujeres hicieron un silencio malicioso y se miraron entre ellas, como diciendo: ¡OUT! Pero Martín se largó a reír a carcajadas y me dijo sin más, con cara de piedad ocurrente:

—¡Estás contratada!

No entendía cómo, pero lo importante era que tenía un trabajo. Y aparentemente, en una sección nueva: crónica posmoderna.

El clubWhere stories live. Discover now