Capítulo Ocho: ¿Y Tu Dignidad, Lauren?

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Sabía que Dan me había cubierto, me lo debía. Yo lo cubrí cuando estaba probado la mariguana y no le gustó pero aún así había en su cuarto. Mamá se creyó eso de que era perejil australiano, uh, creo que mentí de más esa vez.

— Vamos —susurro al no encontrar la camiseta de mi hermano entre mi armario. Suspiro cuando la encuentro, me la pongo y sonrío.

Me alegro de que sea viernes. No soportaría una clase de trigonometría más.

Iba en sandalias y en vaqueros, perfecto. Salí de casa, no sin antes despedirme de mamá. Le dije lo de Aaron y saltó de felicidad, Aaron era como el modelo de chico perfecto para mamá, ella ya lo consideraba mi esposo.

Eran diez minutos de camino caminando, en la entrada estaba el auto rojo de Aaron. Sonreí y entré, lo veo sentado en la mesa de siempre, recuerdo que ahí fue nuestra primera cita, primer beso y... Donde rompimos.

—Hola —saludo, él eleva la mirada y sonríe.

—Hola Lauren. —saluda y se para, me ayuda a sentarme y se sienta en frente de mí. Su cabello está húmedo y despeinado, es la primera vez que lo veo así. Trae unos vaqueros azules y una camiseta de los Yankees, su equipo favorito de béisbol.

—¿Cómo has estado? —pregunto con humor, el ríe.

—He estado bien. Un poco ocupado, ¿Y tú?, ¿Te trata bien la vida? —lo veo fijamente y me río.

—Claro, todo bien. Mi madre aún sigue experimentando con los pasteles, ya sabes. Y papá... Aún cree que comprar en una subasta un par de zapatos deportivos autografiados por Michael Jordan es una mejor inversión que el fondo universitario de Dan. —

—Umjum, me parece que debería ir a cenar a tu casa, necesito probar uno de los pasteles de tu madre. —comenta, yo sonrío a medias.

(...)

Estar con Aaron es muy divertido y me siento a gusto a su lado, como un amigo de hace años. De camino a casa veo por la ventana del auto de Aaron. Me acurruco en el asiento.

—Lauren, ya llegamos. –susurra Aaron, suspiro y me acomodo

—El asiento de tu auto es más cómodo qu emu cama. —gruño. Escucho como ríe cuando me abre la puerta. Salgo y le sonrío.

Me toma la mano y suspiro en silencio.

—Ha sido increíble haber salido contigo. —murmura. Yo lo veo a los ojos y asiento. De pronto me sonrojo, vaya, creí que sólo los hermanos Purser tenían ese poder en mí.

Lo abrazo por instinto.

—Yo también la pasé muy bien. Te extrañaba mucho. Eres un muy buen amigo, muy buena compañía. —lo abrazo más fuerte. Siento como suspira cuando me suelta.

—Tú igual. —susurra. Me alejo y me despido, camino lentamente y entro a casa. Son las ocho treinta y cinco de la noche. Me parece que no me doy cuenta de lo rápido que pasa el tiempo junto a Aaron.

Mañana sería sábado y tenía que hacer tarea y escribir en mi blog. Mis preguntas formuladas ayer se habían quedado en blanco gracias a Kael, me era imposible llegar a imaginar a Kael en una relación de al menos un mes. Mi madre está tejiendo y bueno, hoy es viernes de naipes en la casa del tío Bruce, papá llegará tarde. La saludo y ella sonríe.

Subo a mí habitación, enciendo mi laptop y reproduzco una de mis playlist favoritas. Me quito los vaquero y me pongo unos pantaloncillos de algodón cuadrículados. Me quito la camiseta de mi hermano y la dejo tirada, era incómodo utilizar sujetador, además yo no lo necesitaba, esto de tener caderas y no pechos, no me gustaba. Me quito el sujetado y me pongo una playera más holgada. Tarareo la misma canción de Aerosmith del otro día. Me volteo y me sonrojo. Me hago para atrás y me pongo de rodillas al piso. Kael me estaba viendo. ¡Uf!, ¿Qué habrá visto? Bueno, ¿Qué no habrá visto?

La Realidad De Los Chicos Malos Where stories live. Discover now