Capítulo Veintiuno: En los vestidores

628 48 8
                                    

Nunca me imaginé a Kael vulnerable, triste y roto. Sus ojos me habían transmitido tanto dolor que me sentí mal por siquiera estar enojada con él, no podía creer que se sintiera culpable y débil y que se culpara por todo. Parecía un niño pequeño que necesitaba ser escuchado.

Estaba acostado sobre mi estómago con los ojos cerrados, yo sólo me limitaba a ver el techo y a ver el perfil de Kael. Respiré profundo, Cristal se había ido y ni siquiera nos habíamos dado cuenta, ella me preocupaba porque sentía que en cualquier momento volvería a aparecer, era algún tipo de presentimiento que me carcomía por dentro.

Me contó bastantes cosas cuando subimos a mi habitación, una de ellas era que su madre siempre se comportaba con él de manera extraña y eso era gracias a qué por él, el matrimonio anterior de su madre se arruinó. Eso era lo que ella le decía, con los años descubrió que su padre nunca la había amado, sólo estaba urgido por tener a un primogénito a quien su madre, abuela de Kael, dejara una jugosa fortuna y vaya que había sido así, pero Kael no era el tipo de persona que se dejaba controlar como un títere y aunque le costó mucho aceptar que su familia no era lo que esperaba, tuvo que armarse de valor a muy temprana edad. Carrie había sido un fuerte pilar en su vida, una amiga, una hermana, alguien en quién confiar. Cuando ella ya no estuvo se sintió tan cohibido y triste y a nadie parecía importarle.

La debilidad se apoderó de él y se ahogó en un charco de desesperación y poco a poco estaba muriendo, después de la rehabilitación supo que ya no debía mostrarse débil y entendió que nadie le ayudaría, así que tendría que seguir haciendo lo que siempre había hecho, crecer solo y curar sus heridas solo.

Levantó su rostro y me vio fijamente.

— Quiero que nos escapemos a algún lugar, para relajarnos antes de ir a la universidad. — reí.

— ¿A dónde? — se puso a ahorcadas sobre mí y me plantó un beso antes de responder.

— A una playa.

— Me parece, podemos ir a Miami, la playa para esta época es hermosa...

— ¿Miami?... — Torció las cejas. — Hablo tal vez de Hawaii. — casi me ahogaba con mi propia saliva.

— ¿Hawaii?

— Ajá.

— Pero eso queda muy lejos, no creo que ni papá ni mamá me den permiso. — me tomó de la cintura y me puso sobre él.

— Podemos hablar con ellos.

— Pero yo pagaré mi viaje. — negó.

— Yo te invité, no creo que sea justo que tú pagues.

— No, yo creo que no es justo que tú pagues.

— Por más que digas que no, yo lo pagaré. — elevé una ceja.

— No si yo lo hago primero. — sentencié.

— Entonces es un sí.

— ¿Sí de qué? — atrapó mis brazos y los llevó sobre mi cabeza.

— Que sí quieres ir conmigo. — asentí, su rostro de satisfacción me hizo sonreír.

Plantó un beso en mi boca y luego uno en mi cuello. Hizo que rodeara su cadera con mis piernas, la respiración de ambos se volvía entrecortada. Mi piel se erizó cuando sus besos húmedos quedaban por mi cuello, su gruñido pareció empeorar la excitación que tenía.

— ¡Lauren! — quité a Kael de un empujón y la calentura se me bajó por completo, Dan estaba en mi puerta con cara de querer matar a Kael.

— ¿Por qué no tocas la puerta? — inquirí enojada, me vio incrédulo.

La Realidad De Los Chicos Malos Where stories live. Discover now