Capítulo Cuatro: El Camión De Las Inhabilidades

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El cereal estaba delicioso. Muy rico. Como mi almohada. Deseaba con ansias que  el día terminara y que yo pudiera dormir. Dan baja aún con pijama y yo frunzo el ceño.

—Dan, recuerda que hoy tú tienes que ir a dejarme. —Reprocho, rueda los ojos.

—¿Por qué no manejas tú? —

—¿Por qué no estás en la universidad? —el abre la boca para hablar y después se calla —, ¡Ajá!, mejor no digas nada y me llevas al Instituto.

Asiente y sigo desayunando, mi padre entra y me saluda.

— Buenos días Lauren. —

—Hola papá.

—Los Lakers ganaron ayer. —sonrío inmediatamente. Mi padre y yo tenemos un gusto por el Baloncesto.

—Lo sabía. Sabes que siempre estoy informada de ello. — el asiente y saca el jugo de naranja del refrigerador. Saca un par de huevos y lo pone todo en un vaso. Yo veo el vaso con una mueca de asco.

—Proteínas hija, proteínas. —comenta antes de salir de la cocina con su vaso de proteínas ugh.

No podía dejar de pensar en lo de anoche, digo, ¿Quién no lo haría? Debería de empezar a redactar un contrato para que no tenga la opción de arrepentimiento. Veo la hora en mi reloj y me altero, llegaré tarde, de nuevo. Busco a Dan, él, con toda la pereza del mundo baja las escaleras. Aún con la pijama puesta. Toma las llaves del auto y caminamos al garaje. Yo entro al auto y el recorrido empieza.

Diez minutos y estábamos enfrente del Instituto, me despedí de mi hermano.

—¡Amor y paz hermana! —grita y yo ruedo los ojos.

—¡Haz algo productivo! —enfatizo y camino hacia la entrada, de tantas veces que había llegado tarde, había hecho una amiga. La secretaria llamada Margaret sabía que siempre llegaba tarde y por eso ella me esperaba en la entrada para poder abrir la puerta.

—Hola Margaret. —le sonrío y ella también, me ha advertido tantas veces pero, se me es imposible poder levantarme temprano.

Ya estaba tan acostumbrada a caminar por los pasillos que me resultaba tranquilizante saber que tenía paz en algún momento de mi día. Dejo mis cosas en mi casillero, mi primera clase es trigonometría. Suelo escribir cosas en mi libreta de otros temas que sí... Entiendo.

Entro a la clase y por primera vez no se encuentra el maestro. Suspiro aliviada y me siento donde siempre, no comparto ésta clase con Jazz, así que tendré que entretenerme en mi soledad.

45 minutos y nada. No era como si estuviese emocionada por recibir la clase, pero de verdad me estaba aburriendo más.

Saco mi móvil y lo desbloqueo. De inmediato en el fondo de pantalla aparece una cancha de Baloncesto. Busco y encuentro mi blog. Sabía que esto tenía que ponerse interesante, escribí un título llamativo y empecé con el borrador de éste. Los minutos pasaban y cada cosa que escribía en mi blog también lo escribía en mi libreta. Tomando notas y atajos para una mejor recaudación de información. Tenía talento para esto, para trigonometría no.

El timbre sonó y mi siguiente clase era Teatro. Esa clase sí la comparto con Jazz. Al salir de la clase Jazz me espera y saluda con la mano.

—Hola

—Hola Lauren ¿Por qué no estás alegre?, hoy serán las audiciones para la obra Romeo y Julieta. Debes estar sonriendo a cada dos segundos, como yo. —explica enganchando su sonrisa.

—Sabes que no sé hacer nada de eso. Me desagrada, pero te puedo dar clases de cocina —vaya, en estos momentos me atropeya el camión de las inhabilidade. Creo que sólo en eso soy buena. Y en escribir cosas en mi blog.

La Realidad De Los Chicos Malos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora