Capítulo Veintisiete: En las sombras

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¿Nervios? Eso era peor, lo que estaba sintiendo era miedo, emoción y pánico.

Yo había pasado la semana respectiva para entrar a la universidad y todo había mejorado, Aaron salió del hospital y mejoró bastante. Jazz tuvo un shock emocional y por ello se había ido, días después se disculpó con Aaron.

Ahora estábamos de camino a la universidad, el carro de Kael iba tras nosotros, mi padre era el que manejaba y mi madre iba atrás con todas mis cosas.

— Nada de fiestas locas. — murmura mi padre.

— ¿Fiestas locas?

— Por favor Lauren, yo hacía fiestas locas de joven, pregúntale a tu madre, los universitarios son salvajes. — río.

— Ni lo menciones. Tu padre hacía de esas fiestas tontas y no eran divertidas. — mi padre bufa.

— Claro que lo eran. — contraataca.

— Si tú lo dices... — dice mamá divertida. — En fin, sólo procura divertirte con moderación y no descuidar tus estudios. — asiento.

— Y dile a ese muchacho que si te hace algo  no me va a importar nada y le voy a... —

—  Arnold deja de espantar a Lauren. — mi padre le da una sonrisa.

— Sólo estoy dejando claro las cosas amor, no quiero que le partan el corazón a mi niña. — padre sobreprotector y cariñoso, sí, por supuesto.

— No te preocupes papá. — tomo aire y me dispongo a hablar de otras cosas el resto del viaje.

Mis padres tuvieron un gran amor, al menos eso veo ya que nunca me quisieron contar cómo fue con exactitud. Contaban lo justo y necesario para dejarme con la intriga. Mi padre era prácticamente, una mala influencia, no era un chico malo, era un vago que fumaba marihuana fuera del instituto y mi madre era una persona muy recatada. Claramente se gustaron, digo, mi padre cautivó a mi madre con su apariencia de "No sé ni qué hacer con mi vida." Y creo que ese fue el click que ambos necesitaban, mamá gritaba perfección, hogar y tranquilidad, las fotos de mi papá eran todo lo contrario, al final se atrajeron tal cliché.

Luego pasaron los años, papá estudió y se esforzó para que mis abuelos lo aceptaran y pudiera estar con mi mamá, ella decía que no debía cambiar pero él sabía que debía hacerlo, el resto se resume en un matrimonio de 15 años con tres hijos y el mismo brillo en los ojos de ambos al verse. ¿Romántico?, sí, ¿Cursi?, también.

— Llegamos. — mis pensamientos se ven interrumpidos por el regreso del nerviosismo.

— ¡Ya! Mira qué grande se mira esa mostruosidad. — mamá baja y contempla los edificios de apartamentos. — Eso ha de ser muy costoso. — murmura. Papá baja mis cosas mientras que Iván, el recepcionista se las lleva junto con otro par de señores.

— No si compartimos la paga entre tres. — sonrío interrumpiendo a mi madre. Mis padres sabían pocas cosas de Kael y quería que siguiera así. Si mi papá se enteraba de que el edificio era suyo y que solo pagaba una mínima fracción de lo que era en realidad, no me dejaría vivir ahí. Decir que Jazz, Kael y yo pagábamos el apartamento fue lo más viable que decir.

— Ya sabes, cualquier emergencia solo llama y estaremos aquí. — menciona papá.

— Dios, no sabes cuánto te extrañaré. Alex no quería dejarte ir. — sonrío nostálgica, ahí venían de nuevo las lágrimas de despedida. Crecer era horrible.

Ambos me abrazan y me llenan de besos.

— Te amamos mucho. — dice papá, se pica los ojos. — No quiero llorar porque no pararé. — mamá lo abraza y le da un beso.

La Realidad De Los Chicos Malos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora