Capítulo Dieciséis: Inesperado

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Sabía que habían dos tipos de relación. La primera era la tierna, cursi y empalagosa, pero que al mismo tiempo era embriagante y te dejabas llevar como si fuera una brisa cálida, donde planeabas todo para que fuese perfecto. Rosas y todo eso.

La segunda era todo lo contrario, una relación dura y excitante, que te dejaba con deseo de más, era tan arrebatadora y cegante y te dejaba la piel ardiendo en llamas, no hay nada de cursi en ella.

Pero quien te diera la combinación de las dos era otro nivel. Algo ardiente y tierno. Mezclados en una perfecta sintonía para complementarse y dejarte en fascinación. Que pudiera prender tu deseo al mismo tiempo que alimenta tu alma, que se vieran a los ojos y tenga una pizca de sucia complicidad pero también cariño.

Dejé de escribir en el blog, lo había tenido casi abandonado; en la mañana surgieron muchos pensamientos a cerca de un chico en especial y lo que acababa de escribir era en su nombre, no lo conocía de mucho ni nada, pero sentía que él me prometía la combinación de las dos relaciones. Ese chico podía llegar a ser ardiente como el infierno y cursi al mismo tiempo. Me encantaba.

Las últimas semanas las había pasado con él y sus locuras. El colegio estaba por terminar y él me había ayudado en trigonometría, o eso era lo que él decía ya que al final terminábamos fundidos en besos que me dejaban con la piel ardiendo.

Me causaba gracia que habíamos aplicado a becas en la misma universidad y nos aceptaron a ambos. Todo pasaba muy rápido y me resultaba extraño, todo estaba bien. Tanto que me aterraba, aún no me acostumbraba a tenerlo a la par cuando llegábamos al instituto, chicas me miraba con envidia y chicos con algo de resentimiento, ni idea de las razones.

Mi madre se había dado cuenta de mi cercanía con Kael. No tardó en salir su regaño diciéndome que Aaron era mejor partido y bla bla bla. Pero que si me hacía feliz estaba bien.

Por otro lado, la señora Purser se encargó de dejar en claro las cosas conmigo, no era para su hijo, no estaba de acuerdo porque sentía que era una mala influencia y que su hijo había sufrido suficiente. La duda entró en mí ese día, ¿Por qué había sufrido? Kael no parecía de los que había sufrido por amor.

Aunque no quería presionarlo, nuestra relación apenas estaba empezando y no me sentía en el derecho de exigirle saber todo de su vida.

— ¿Ya terminaste de escribir lo que te hago sentir? — en la ventana estaba Kael con una sonrisa.


— Qué ego. — susurro, se acerca a mí y hace que quede aprisionada entre su cuerpo y la cama. Sus ojos me escanean el rostro y no puedo evitar sonrojarme y sentir mis mejillas calientes. Una sonrisa divertida se asoma por sus labios.

— Pues tú con tu nerviosismo haces que crezca más. — susurró cerca de mi boca antes de besarme con su arrebatamiento característico. Le gustaba tomarme del cuello mientras lo hacía y yo no me quejaba, me hacía sentir más profundo el beso cuando introducía su lengua.

Su otra mano se encargaba de tocar mis caderas despacio, pegué un respingo cuando sentí que apretó un glúteo, lo sentí sonreír entre el beso. Mi concentración se fue al notar su paquete en contra de mi estómago de nuevo. Sabía que lo hacía sin querer ya que era la quinta vez que le sucedía.

— Lauren. — dijo antes de separarse lentamente viéndome a los ojos. Lo que iba a decir no era precisamente lo que esperaba que saliera de mi boca.

— Te puedo ayudar con eso. — su rostro era un poema cuando sintió mi mano ser posada sobre su erección. Se relamió los labios antes de negar.

— No quiero que te sientas presionada. Yo no quiero que sea aquí esto... — elevé la ceja divertida.

— Pero solo necesito mis manos para solucionarlo. — comprendió rápidamente y pude notar el tono rojizo inundar sus mejillas.

La Realidad De Los Chicos Malos Where stories live. Discover now