Capítulo Diecinueve: Verdades

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El día internada había pasado ya, me recetaron sueros y descanso. Mi cuerpo había respondido bien al tratamiento, Kael por otro lado, no se habían separado de mí por nada.

Su presencia me había hecho bastante bien, Jazz estaba apenada conmigo y no dejó de repetir lo mala amiga que era; no era cierto y se lo dije, estábamos divirtiéndonos y era algo que podía pasarle a cualquiera, con suerte me pasó a mí y me lograron salvar, además lograron meter al tipo en la cárcel y mis padres levantaron cargos. Decir que estaba bien al cien porciento sería mentir y mucho. Mi cansancio mental era abrumante, rondaba por mi cabeza el "si hubiera pasado..." y no lo podía evitar.

Jazz se fue triste, me contó que Bradley estaba tan borracho que la tuvieron que dejar en el auto mientras Trevor y ella se encargaban de cuidarlo. Me reí un poco cuando lo contó y seguimos hablando, aunque se le notaba tensa y preocupada.

Mis padres no hicieron nada más que abrazarme, papá tenía que irse a un viaje de trabajo, no quería irse. Pero le dije que no se preocupara, que me sentía mejor. No era cierto, pero no quería que pasara algo por mi culpa. Mamá pasó por varias fases, la de preocupación, la de furia, el regaño, la preocupación y la furia de nuevo. Aunque luego terminamos abrazadas y comiendo gelatina de hospital mientras Kael iba a la cafetería a comer. 

Lucy tuvo un repentino cambio de opinión acerca de Kael y me había dicho que si quería estar con él, ella lo iba a aceptar. Yo sabía que el que él me salvara fue la prueba que mamá necesitaba para saber que él era el indicado, al menos por el momento.

A mi padre en general, nadie le caía bien para mí.

Mamá insistió en contratar a un psicólogo y no me negué, presentía que ella sabía que mentía cuando decía que estaba bien.

Como si mis preocupaciones no fueran ya suficientes, llegaba una y se llamaba tormento. Sabía que no me podía culpar por dejar que la situación me superara, pero no me gustaba ser así.

Tocaron la puerta y elevé la mirada.

— ¿Puedo? — asentí sonriendo. Kael entró, se me hacía gracioso que tocara la puerta teniendo en cuenta que entraba cuando se le daba la gana. — Yo... Te traje algo. — junté las cejas.

— Oye, si es más suero espero que sea de uva. Es delicioso. — negó.

— Es algo por tu cumpleaños. — volvió a la puerta y del pasillo levantó una caja grande. — También es una disculpa y sé que debo darte una explicación...

— Tranquilo, ya habrá tiempo para darlas. — interrumpí, la verdad era que estaba agobiada y no quería escuchar algo que me enojara o me dejara más vulnerable de lo que me había dejado antes lo sucedido. Asintió y dejó la caja sobre la cama. Me quité la cobija y me acerqué a abrirla.

Un tocadiscos, el disco de Porgy y una radio cassetera con muchos cassettes a su alrededor me dejaron sorprendida. 

— Aún hay más. — fruncí el ceño, no, esto era demasiado. «Queen» – Bohemian Rhapsody; I'm In Love With My Car, 1978.

— Kael, no, esto es un disco de vinilo original, cuesta como cinco mil dólares. — lo sabía, había buscado en el mercado libre y salía de los sitios web con la esperanza de algún día comprar algún disco de colección.

— Es para ti. — lo volteo a ver incrédula.

— A veces siento que tratas de comprar mi amor. — reprocho, su sonrisa aumentó y se acercó a mí.

— No es eso. Es que si puedo permitírmelo ¿Por qué no hacerlo? — enchiné los ojos. —Feliz cumpleaños, Lauren. — dijo y me plantó un beso en los labios, me negué a corresponderle y sentí su sonrisa, aprisionó mi cuello con su mano para profundizar el beso, cuando de abstenerse a Kael se trataba, yo no era buena. Terminé cediendo ante sus labios.

La Realidad De Los Chicos Malos Where stories live. Discover now