CAPÍTULO XXXII: Reencuentro

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                Un cielo nublado, que no podía gozar de la compañía lunar. Plena madrugada, una brisa fría se filtraba por las rendijas de una de las ventanas de la habitación del joven guitarrista. Mirando aquella guitarra sobre el atril, no puede evitar ser visitado por la nostalgia. Tantos recuerdos en ella, tantas sonrisas, besos… recuerdos que ahora deberían quedar en eso. Cruzando sus brazos por debajo de su cabeza, posa su mirada en el techo, sabía muy bien que ahora Yong Hwa estaría con ella, y ya no hay vuelta atrás. Se sienta una vez más sobre la orilla de su cama, inquieto, inseguro, triste… su corazón dolía, más de lo que quisiera, pero ya había llegado la hora de dejar ir aquel primer amor.

Corriendo la cortina de la ventana, queda hipnotizado sobre el paisaje nocturno de la ciudad. Tenía una vista privilegiada, pero que ahora no podía gozar como quería. Volviendo hasta aquella guitarra roja, sabía que debía volver con su dueña pero la verdad, es que no quería tenerla consigo y como ahora no debería haber problemas con su buen amigo y compañero, no habría problemas con la guitarra tampoco. Una notificación en su celular lo distrae de sus pensamientos, tomándolo entre sus manos, observa un mensaje, -“Una noche de insomnio, espero que estés bien. Descansa, Juni”-, una sonrisa esboza en su rostro, un mensaje inesperado en el momento oportuno – Gracias – responde el mensaje, una amiga que siempre ha estado ahí, escuchando sus penas y alegrías.

El tiempo parecía que se había detenido en aquella casa, sí, la casa de la Familia Shinen. Con su nariz congelada advierte el frío aire que corría por su habitación. Volviendo a la realidad, recoge su pijama del suelo, aun con su mirada perdida y sus pensamientos, más agitados que nunca. Obteniendo una vez más su pijama, dirige su mirada a la varonil, que aun esperaba ansioso la respuesta que saliera de sus temblorosos labios. Recuperando el aire, desvía su mirada, esta vez no quería pensar, ya se había convencido de que había sido un sueño… - ¡Mai! – exclama Yong Hwa, erizando la piel de la joven que sin pensarlo dos veces escapa de la habitación, ¿Qué debería hacer?, si las cosas entre ellos jamás volverían a ser lo de antes, concluía Maichiru, apoyada detrás de la puerta recién cerrada.

Recostándose sobre la cama frunce el ceño, había olvidado algo importante, no le había dicho que las cosas entre Jong Hyun y él, se habían aclarado. Suspirando, desvía la mirada hacia los peluches que adornaban uno de los muebles de la habitación; estaba yendo demasiado rápido, no quería espantarla pero tampoco quería entregarle en bandeja sus sentimientos, ¿Deberían estar juntos?, una pregunta que le acosaba, realmente no  lo sabía. Si bien ahora no era el enojo que lo embargaba, tampoco quería hacer un borrón y cuenta nueva ante ella, la vida le había enseñado que tiene que hacer valorar sus sentimientos, y eso es lo que exactamente iba a hacer y conociéndola, sería lo mejor, para ver si las cosas resultan.  

Un nuevo día comenzaba, aunque las nubes cubrían el enorme cielo azul. Observando por la ventana, comprueba que el día está igual que su corazón, confuso. Colocándose las zapatillas rosadas de descanso, observa la misma nada, tendría que ir a buscar a los gatitos y eso significaba ir a la habitación y encontrarse con Yong Hwa. No quería pensar, quería acostumbrarse a aquel trato tan frío y no al carismático Yong Hwa, sería la forma más fácil de arrancarlo de su corazón pero estaba ocurriendo todo lo contrario. No tenía el valor para preguntarle, la verdad es que tenía miedo de saber lo que pasaba por su cabeza, - ¡Dios ilumíname! – implora la joven, su confusión la superaba, sabía que su corazón no sería correspondido pero ¿Por qué ahora está actuando así?, quería desaparecer, que la tierra se la tragará, no quería problemas, solamente tener una vida tranquila sin estar pensando en el siguiente paso que debería dar.

Asomando su cabeza, observa que en el pasillo no hay moros en la costa. Caminando cautelosamente posa su oreja en la puerta de su habitación, el silencio reinaba, así que si lo hacía con delicadeza, podría retirar a los gatitos sin despertar al líder de CNBlue. Girando la perilla de la puerta, ingresa sigilosamente pero su concentración se ve alterada por la ausencia de los pequeños. Desviando rápidamente su mirada hacia la cama, ¡Bingo!, no se encontraba el bello durmiente en la cama como debería estar -¿Dónde están?- bajando acelerada las escaleras, corre hasta la cocina y ahí estaba, dándole el desayunos a los pequeños felinos. 

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