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A penas eran las 10 de la mañana, a penas eran las 10 y Harry ya se encontraba tratando de no echar chispas hasta por los ojos debido a lo tensionado que estaba. 

Había tratado de dormir un par de horas más en su habitación, pero su preocupación crecía a pasos agigantados y, cansado de tratar, se duchó y salió de aquella habitación para ir a meterse en alguna posada. 
Había bebido ya dos jarras de cerveza de mantequilla -y eso, que se andaba controlando o ya habría superado las diez - mientras miraba los documentos que tenía sobre el caso y la condena Malfoy. 

Se preguntaba nuevamente cómo era posible que nadie se diera cuenta de estas incongruencias en el caso y a la vez, se ponía a pensar cuántos casos de mortífagos desaparecidos o muertos no estaban archivados sin investigación y con una gran posibilidad de ser falacias. 

Sin embargo, cayó en cuenta que...ni si quiera él mismo había querido volver a mirar el caso de mortífagos ya presos. Él mismo no había sabido de los Malfoy hasta el día que vio a el unigénito caer desplomado en la nieve, en los huesos. 

Así era la sociedad, dándole la espalda a quiénes en su momento estuvieron en el bando equivocado. 

Así mismo había sido él. 

Suspiró y guardó los documentos, levantándose de la mesa para salir de allí. Ya había pagado su cuenta a la mujer que le miraba con mucha expectación, aún cuando se había aplicado un disimulado glamour. 

Decidió que era momento de caminar y buscar algún indicio de magia oscura, aunque por el momento no había sentido nada. 
Estaba tan ansioso, que empezaba a ser un trabajo mantener su aura nula e imperceptible. 

Estuvo una hora más, caminando sin rumbo por las calles hasta que, sin querer, por el rabillo del ojo vio una cabellera rubia que había girado por una especie de callejón. 
Su corazón dio un vuelco mientras se giraba para seguir a aquella persona, sin embargo, al entrar en el callejón, no había nada. 

Harry entrecerró los ojos y sacó su varita, sabiendo que a su alrededor no había nadie, nadie de los transeúntes decidía entrar al callejón. 

Revelio...— En ese momento, nada sucedió, era de esperarse. Harry frunció los labios y pensó un poco, carceleros, aurores carceleros. — Annihilare...

Justo frente suyo, apareció una especie de pasadizo enrejado, abriéndose para él. Harry guardó su varita y se colocó la capota sobre su cabeza para así adentrarse por el lugar. 
Estaba oscuro y el pasadizo estaba algo enmohecido debido a la humedad que podía olfatear . 

Luego de un par de minutos, salió en lo que parecía el otro lado del callejón, sin embargo, los vellos de la nuca se le erizaron al sentir el revuelto de auras oscuras, de criaturas mágicas. El olor distintivo de varias pociones ilegales y de algunos tónicos utilizados comúnmente para confundir a sus compradores. 
Bajo un hechizo no verbal, protegió con un filtro sus fosas nasales y empezó a caminar entre el gentío. Por suerte, no llamaba la atención. 

Habían varias personas encapuchadas, caminando de aquí allá, regateando en los diferentes puestos que habían en el lugar. Otros caminaban, discutían, entraban o salían de las diferentes posadas. 

Bingo.

Tenía el mercado negro de Ámsterdam ubicado. 

Súbitamente, sus pensamientos fueron intervenidos por la cabellera rubia platinada que se movía a lo lejos entre un puesto de pociones. 
Harry se sintió confundido, era una figura mucho más baja que la de Draco, pero podía jurar que jamás había visto cabellera más distintiva que la de los Malfoy. 

After All This Time / HarcoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora