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31 días antes

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31 días antes.


—¿Cómo piensas terminar con lo que aquí está pasando, papá? —le pregunto Sebastián a Hilario mientras desde el balcón principal observaba como algunos de los invitados a la cena llegaban al rancho de la familia.

—¿Alguna vez has oído decir a alguien que para llegar a la meta hay que ir paso a paso? —Hilario no veía a los invitados que llegaban, su mirada estaba perdida en la luna que iluminaba el rostro de su hijo, por un momento dejó de mirar la solitaria belleza que le daba luz a la tierra por las noches, fijó su mirada en Sebastián y se preguntó en qué momento su hijo dejó de ser un niño y se convirtió en un hombre.

—Sí, muchas veces he oído decir eso —respondió Sebastián—, incluso es una filosofía que yo he aplicado en mi vida, no se puede comer el mundo de un solo bocado.

—Yo no puedo decir que acabaré con todos los males del municipio, sería absurdo decirlo y una mentira muy grande. Lo que sí puedo es hacer acciones pequeñas que comiencen a cambiar el entorno.

—Creo que será una lucha muy complicada, papá, ¿en verdad quieres esto?

—"Prefiero morir de pie que vivir arrodillado" dijo un revolucionario como Emiliano Zapata, su lucha también fue complicada, pero jamás se rindió, no podría vivir sabiendo lo que pasa y no hacer nada, soy así, no puedo ni quiero cambiarlo.

—¿Y crees que el camino que estás siguiendo es el indicado?

—Lo creo, pero no puedo saberlo con certeza. Tengo que creer en lo que hago de lo contrario estoy perdido, si no es el camino correcto, eso solo el tiempo lo dirá y si me equivocó, espero ser lo suficientemente inteligente y sensato para darme cuenta.

—Es que, papá, la política es tan ruin, tan sucia. Queramos o no termina dañándolo todo.

—Y queramos o no, la política es parte de este mundo; lo controla, lo gobierna. Por eso tenemos que ser parte. Al final de cuentas no es el qué sino el cómo.

—Eres un soñador, papá.

—¿Y eso es insulto o un halago?

—Todo depende de la perspectiva con la que lo veas, viejo —Sebastián había dejado de ver los invitados que llegaban, ahora veía a su padre y le sonreía.

—Bueno, llegó el momento de dejar de ver esto desde la distancia y comenzar a involucrarse —Hilario palmeó la espalada de su hijo un par de veces y le dio la mano a modo de despedida—. Te veo allá abajo, hijo.

Ahora fue Sebastián el que comenzó a prestarle atención a la luna, ¿qué tenía la luna que provocaba que las personas se sintieran melancólicas cuando la miraban? Sebastián sentía orgullo por su padre, pero también el miedo lo acompañó desde su llegada a México y no lo había abandonado ni un segundo. Primero enfrentó el temor de quitarse la máscara y mostrarse tal cual era, logró superar ese temor sincerándose con su padre, el hecho de que lo recibiera con los brazos abiertos cuando ya había dejado las caretas y mentiras de lado, le dio seguridad y esperanza. Jamás pensó que pudiera sentir un miedo más grande que el que le provocaba sincerarse con los suyos, se equivocó.

Trilogía Amor y Muerte I: El Hijo PródigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora