Parpadeó, mientras la somnolencia lo inundaba. Antes de darse cuenta, bostezó y luego todo empezó a oscurecerse. En algún momento unos brazos lo rodearon y lo colocaron con suavidad en el piso.

-Zarc... tu puedes ser amado- la voz de Yuya se escuchaba tan lejana y pronto no supo nada más de si mismo.

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Yuya sonrió mientras sostenía a Zarc y suavemente lo colocaba en el piso, poco después, las luces brillantes envolvieron al hombre y este se desvaneció, así era mejor.

Levantó la vista y su mirada se posó en el péndulo que había empezado a oscilar cada vez más y más, las luces blancas se aferraban a la superficie, luchando por introducirse dentro del cristal. Apretó sus puños, esperando, sin darse cuenta de que una extraña sustancia negra había empezado trepar por su cuerpo.

Para cuando se dio cuenta, esa extraña sustancia ya estaba a la altura de sus rodillas. Asustado, intentó liberarse de inmediato, pero parecía que era tarde. Miró arriba y vio como el cristal comenzaba a brillar, ya no era el color de la oscuridad.

No, la oscuridad estaba viva y se arrastraba sobre su cuerpo. Imágenes empezaron a inundar su mente, todas aquellas de cosas terribles, crueles experimentos, violencia, humillación... muerte.

Negó y luchó para liberarse mientras el pasado de Zarc azotaba su mente y la sustancia trepaba más por su cuerpo, haciéndolo sentir en carne propia restos de ese cruel pasado.

Finalmente, cuando ya no pudo más gritó y algo se rompió, después de eso no pudo sentir nada más pues perdió por completo la consciencia.

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Esto no podía ser cierto, se negó a creerlo, había volado a toda velocidad después de recuperar la consciencia solo para toparse con un extraño despliegue de energía blanca. Para cuando pudo ver con claridad vio algo que lo sorprendió, Yuya y Zarc habían estado peleando, pero en ese momento, ambos se desplomaron del costado del edificio y caían directo a su muerte.

Veloz como un rayo se lanzó hacia adelante, logrando interceptar la caída de ambos, sin embargo, la fuerza había sido demasiada y el edificio, literalmente, estalló. El concreto llovió sobre sus cabezas, pero eso no le importó más que el hecho de que estaba sosteniendo al culpable de tanto dolor en sus brazos y este le devolvía una inocente mirada en sus ojos dorados.

-¡Tú!- gritó, levantando su mano, listo para golpearlo, sin embargo, tan pronto como el hombre escuchó su tono enfadado empezó a temblar y cuando vio su puño cerró los ojos y se cubrió con sus brazos, gimiendo como un animalito asustado.

Eso lo detuvo de golpe, ¿qué demonios?

Fue aún más desconcertante cuando el hombre en sus brazos empezó a toser y luego a jadear, como si le faltara el aire, el que cayera polvo sobre ellos no ayudó y empezó a toser con más violencia.

Se desconcertó, el hombre de ojos dorados parecía sufrir un ataque de pánico y parecía a punto de asfixiarse. Bien, el ser más malvado en todas las dimensiones moriría de una manera tan espectacular...

-Maldita sea- maldijo en voz baja antes de llevar su mano a la mejilla del hombre e inclinarse sobre él, colocando sus labios sobre los ajenos evitando que siguiera absorviendo polvo y al mismo tiempo, expulsando el aire que parecía necesitar directo en sus pulmones.

Esa fue, precisamente, la escena que Reiji visualizó cuando aterrizó en el derruido edificio. Algo totalmente inesperado.

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Cuando Yugo despertó, lo hizo gritando y no era para menos, su cuerpo estaba severamente lastimado. Sin embargo, el hecho de encontrarse en una habitación privada con sus demás compañeros lo hizo tranquilizarse un poco antes de recostarse de nuevo y mirar a la intravenosa en su brazo ¿quién era el estúpido que le había bajado la dosis de sedantes? todo su cuerpo dolía como el infierno.

Gravity of youWhere stories live. Discover now