Inhumanity

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-Señor, todo está listo-

Akaba Lao asintió mientras se reclinaba en su asiento observando las pantallas de la celdas de detención, en una de ellas se encontraba una chica de cabello rosa golpeando las rejas y gritando, seguro por ayuda. Su mirada cambió a la siguiente pantalla, había una chica de largo cabello púrpura oscuro y ojos color rosa, ella estaba sentada en el catre de la celda tranquilamente. En el siguiente monitor se veía una chica de cabello verde con ojos naranjas, ella estaba sentada en el suelo abrazando sus rodillas. Por último, había una chica de cabello azul y ojos verdes, contrario a las otras tres esa chica estaba en una habitación parecida a la de Yuri.

-Inicien la recolección de energía y lleven a las chicas al laboratorio- ordenó.

El soldado se apresuró a darse la vuelta e irse para cumplir con la orden. Mientras tanto, Leo se reclinó en la silla y suspiró. Muy pronto podría traerlo de vuelta.

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Lo conoció cuando apenas era un niño, sin embargo, en cuánto lo vió, había sabido que se trataba de alguien especial ... y no se había equivocado.

Zarc, ese era su nombre, un niño dotado con las habilidades de los cuatro tipos de almas. Dominaba a la perfección el agua, tierra, viento y fuego. Además de poseer el potencial para desarrollar poderes más allá de los 4 elementos.

Akaba Leo vio ese potencial y, como científico que era, se dijo que tenía que tener a ese chico para poder examinarlo, descubrir que era lo que lo hacía tan especial y, si era algo que podía ser extraído, obtenerlo y duplicarlo. Fue tanta su ambición y sed de conocimiento que tomó a ese chico fuera de la casa de sus padres... Y la quemó.

Zarc había estado furioso, claro, cualquier persona que fuera secuestrada estaría llorando y pidiendo libertad, ese no fue el caso de ese chico, no, su poder fluyó y Leo no podía estar más contento por ello. Afortunadamente, al ser solo un adolescente, pudo suprimirlo con la ayuda de su adorable hija. A fin de cuentas Zarc era puro y no podría hacerle daño a una inocente chica.

Esa amabilidad o ingenuidad lo llevó a hacerse amigo de esa chica y sin saberlo, esa amistad se convirtió en su condena. A partir de ese momento, la vida de Zarc se convirtió en un laberinto en blanco y negro del que no podía escapar.

Habiéndose dado cuenta de que la ira era un detonante para liberar el poder del chico, Akaba Leo intentó buscar otras maneras menos explosivas de lograrlo. Los experimentos empezaron con simples pruebas para medir su poder, con el paso del tiempo, se convirtieron en crueles experimentos que rayaban en lo inhumano. La mayoría de ellos involucraron choques eléctricos, golpes, quemaduras y, en muchos casos, mutilación.

El cuerpo de Zarc se fue llenando de cicatrices, incapaz de poder dormir por las noches debido al dolor, daba las gracias cuando, en ocasiones terminaba rendido sin más, sin pesadillas, sin dolor, completamente en la nada... todo para reiniciar al día siguiente la misma rutina.

El poder de Zarc se incrementó con los años, de tal manera que incluso él se dio cuenta de que era capaz de escapar por si mismo, sin embargo, no lo hizo. Su amiga Ray se encontraba ahí y, siendo su padre el monstruo que lo tenía aprisionado, sabía que escapar no era tan sencillo como llevarla consigo. No, porque ella quería a su padre a pesar de todo. 

Aún era amable y aún era increíblemente ingenuo, o, quizás, había sido simplemente estúpido, pues, si hubiera sido un poco más listo, se hubiera dado cuenta de que la amistad de Ray no era igual que la suya, ya que, si ella lo hubiera querido como él a ella, entonces no hubiera permanecido sin hacer nada cuando le hicieron tanto daño.

Gravity of youWhere stories live. Discover now