Capítulo LXXIX

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Lily no hacia otra cosa más que sollozar, aterrada. No sabía si era por la fiebre que tenía, o era que tantas situaciones le habían arrebatado la cordura, el punto es que, al escuchar una voz muy parecida a la de Peter en lugar de alegrarse, se llenó de pánico:  sentía que no podía fiarse ni de su sombra y por esa razón estaba convencida que no era su prometido la persona que había ingresado recién a la casa.

—¿Dónde estás, amor? —preguntó el muchacho, confundido. Nada más avisó que iba a entrar y los ruidos que salían de la casa cesaron en su totalidad, sumiendo todo en un profundo silencio—. Soy yo, Lil, Peter, ¿por qué te estás escondiendo?

El joven recorría habitación por habitación, tratando de encontrar a la escritora pero nada funcionaba hasta el momento en que ingresó en la habitación más grande del lugar.

—¡No...  no te me acerques! —exigió una muy asustada Lily usando una almohada como escudo, hecho que ocultaba su rostro y por ende su cabeza rapada— ¡Si...  si lo haces, te mato!,  ¿me escuchaste?

Peter, terco como era, se fue acercando poco a poco a la joven. Si bien nunca la había visto en un estado similar, todo le indicaba que la escritora estaba pasando por una crisis nerviosa y,  si ese era el caso, lo más recomendable era que él le brindará la suficiente confianza para ayudarle a derribar la muralla emocional que había construido.

—Lil, mi amor, soy Peter. Sé que estás enojada conmigo, pero te lo juro, soy yo y vine a rescatarte,  ¿por qué no me crees?

—No, no, no —pronunció la mujer mientras negaba con la cabeza—,  tú...  tú eres un aliado de Brandon...  si...  eres un aliado que Brandon buscó para asegurarse de que no pueda escapar...  si...  eso es...

La joven hablaba rápidamente, ocultándose todo el tiempo tras la almohada que usaba como escudo. Mientras, Peter la observaba con desolación, la estabilidad emocional de la chica se había socavado y él se sentía completamente inútil ante ello.
Terminó de cortar la distancia que entre ambos existía y sin detenerse a pensar si hacía o no lo correcto, abrazó con todas sus fuerzas a la mujer.

—Lily, mi amor, mírame —suplicó con la voz rota—. Soy yo, Peter, ¿no me reconoces?

La mujer dejó caer la almohada lentamente para corresponder a ese abrazo. Una vez lo hizo, Peter logró ser consciente del grado de maldad con el que había sido atacada la joven. Su larga cabellera castaña había desaparecido totalmente, su rostro estaba lleno de moretones al igual que sus brazos y piernas, se notaba a leguas que durante todo el tiempo que había permanecido en cautiverio no había tenido una ducha y ni siquiera había tenido la privacidad de un baño para hacer sus necesidades.

Mientras estuvo bajo el escrutinio del muchacho, Lily no paraba de enfocar su mirada en el mar de café que estaba frente a ella, observandola con lastima y preocupación.

—¿Tan horrible estoy? —preguntó ella, bajando la mirada, avergonzada del aspecto que seguro tenía.

Peter sonrió con tristeza. Si bien ahora la mujer que tenía frente a sí no era ni una sombra de su prometida, seguía siendo la mujer más hermosa del mundo para él.

Sin dudarlo, unió sus labios en uno de esos besos que ambos habían descubierto que eran sus favoritos desde que eran unos adolescentes jugando a amarse.

—¡Peter!  —sollozó Lily en los brazos de su amor una vez que se habían separado porque les faltaba el aire— Mi Lara...  ella...  ella...

No pudo seguir hablando. En su memoria estaba grabada la imagen de esa bebé frágil y pequeña y la frase que Brandon le repitió una y otra vez: Seguro a esas horas su hija ya había muerto.

Te encontraré (Vida en Línea #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora