18. Cóctel mortal

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Natalia POV

Los días siguientes al robo habían sucedido de manera frenética. Casi había perdido la noción del tiempo. Alba y yo nos hemos recorrido milímetro a milímetro la ciudad, en busca de algo que nos ayude a salir de esta encrucijada, hemos interrogado hasta al apuntador, pero solo nos hemos topado con pistas falsas y gente morbosa.

En cuanto a nosotras dos, yo ya no se que pensar, no se como actuar. La tensión cada vez es más palpable, tanto que da miedo. Con la abundancia de trabajo no he tenido ni un minuto para ordenar mi cabeza, que es un hervidero. Soy incapaz de poner etiqueta a esto que tenemos, sea lo que sea.

Una pequeña parte de mi quiere creer que no solo yo estoy sintiendo esto, que también le pasa a ella, pero mi sentido común me lo niega. Y mi relación con Mikel también.

Llego temprano a comisaria, hoy es lunes, así que yo y mi cara de sueño entramos por la puerta con toda la desgana del mundo. Este caso me esta consumiendo.
Hago el mismo recorrido de todos los días, ascensor hasta nuestra planta y el pasillo de la derecha al fondo.
Siempre esta desierto a estas horas, de echo siempre suelo llegar y solo esta Alba, metida en su despacho inmersa entre pruebas y documentos.

Pero hoy no. Hoy hay alguien más.

Me acerco despacio hacia el pasillo, desde lejos puedo escuchar unos ruidos que se me hacen difusos con la lejanía. Cuando me acerco más me doy cuenta que son voces. Dos, en concreto.

Me quedo pegada en la esquina, de manera que no me vean pero yo si pueda ver. Aunque no me hace falta ver para identificar al instante esa voz rugosa y afilada tan característica. Para la otra voz si que tengo que prestar un poco más de atención, hasta que le noto el acento andaluz.

Entonces las veo. Efectivamente mi oído no falla, son Alba y Julia, y me apuesto lo que quieras a que no es de trabajo de lo que hablan.

Alba se pasa el pelo por la oreja con la mano derecha y sonríe ampliamente mientras mira a una Julia notablemente nerviosa. Las dos están apoyadas en la pared a escasos centímetros la una de la otra, se miran como si fueran a devorarse.  No es la primera vez que veo a Alba actuar así, diría que no sabe actuar de otra manera, esta claro que no lo hace solo conmigo.

Hablan tendidamente sobre algo que no logro entender, se ríen y se miran con complicidad. No me lo puedo creer. Que ilusa he sido.

¿De qué va?

Me debato entre si ir a interrumpirlas o no, al final decido no hacerlo, creo que es una estupidez y no quiero quedar como si hubiera tenido un berrinche. Total, que más me da, son dos adultas solteras que pueden hacer lo que quieran.

Me auto convenzo de que no estoy teniendo un ataque de celos absurdo y me voy a mi despacho sin que me vean.

***

— No descansas eh...

— ¿Descansar? Natalia, hay alguien riéndose de mi en mi puta cara. No pienso parar hasta que encuentre a ese cabrón.

— Si si, solo curras...

— ¿Que coño te pasa? — Alba se tensa.

— Nada. — Miento.

— ¿Quieres algo?

— ¿Puedo salir ya? — Veo como Alba rueda los ojos y chascarrea con los dientes — Mi novio llega en un rato y he de ir a buscarlo al aeropuerto.

— Vaya entusiasmo, cualquiera diría que te hace ilusión verle — Dice Alba casi en un susurro.

— ¿Qué?

— ¿No sabe venir solito?

— No.

— Esta bien, vete.

Voy hacia la puerta, no me digno ni a mirarla, no me sale hacerlo.

— Ah, y una cosa. Mañana como cada año hay una cena de navidad aquí. A las nueve en la segunda planta.

— Vale — Contesto tajante, mientras camino.

— Pásalo bien con tu novio.

— Y tú con Julia.

***

— Hola cariño.

— Hola — Respondo, mientras nos uníamos en un fuerte abrazo.

Me separo levemente, de manera que nuestros rostros quedan el uno delante del otro, pero nuestros brazos siguen enlazados en nuestras espaldas.

Le miro fijamente a los ojos. Esta muy guapo, tanto como recordaba o más. Se ha cortado el pelo por los lados y se ha dejado un bonito y arreglado tupé, lleva una barba de tres días que le queda genial y tiene ropa nueva, o yo no la había visto antes. Una chaqueta de colores que me flipa y como no, unas bambas un tanto excéntricas para mi gusto, pero así era el.

— ¿Todo bien?

— Si.

En ese momento nuestros labios se unen un poco abruptamente y se funden en un corto beso, al principio torpe pero luego cálido. El estira más de mi hacia su cuerpo para hacer el beso más intenso pero yo reculo un poco.

— Vamos, te enseño mi piso.

Marta me ha dejado su coche para ir a buscarlo, así que yo conduzco y el va a mi lado, hacemos el viaje entre conversaciones banales y risas. El está bien, se le nota contento de estar aquí conmigo y eso me hace feliz. Puedo notar como seguimos manteniendo esta química y buen rollo que nos unía antes de que yo me fuera, pero hay algo que ya no está, y creo que en el fondo los dos ya lo sabemos. Bueno, no se si el lo nota.

Llegamos y le enseño el piso brevemente, tampoco hay mucho que ver. Después del corto tour, nos sentamos en el sofá a ver una película que están dando en la televisión, una de estas aburridisimas que ponen cada año en navidad. Por un momento parece que el tiempo no ha pasado, que seguimos siendo esos dos chavales que tanto se querían y que se pasaban las tardes juntos. Le miro y parece que todo siga igual, pero no es así. Ya no somos lo que eramos, y cuando antes lo admitamos mejor.
Tengo que decírselo, tenemos que hablar y ver hacia donde va esto. No quiero hacerle daño, le quiero. Pensé que una relación a distancia seria fácil pero no lo es, y si encima a esa frenética ecuación le sumas a la felina mirada de Alba Reche, lo que tienes es un cóctel mortal.

— ¿Quieres cenar? Hay un par de pizzas en la nevera.

— Si, me apetece.

— Vale voy a calentarlas.— Me levanto del sofá y voy hacia la cocina.

¿Unas pizzas? Genial Natalia te has lucido, así vas a arreglarlo todo.

Saco las pizzas de la nevera y las pongo sobre el mármol, y mientras lo estoy haciendo me debato en un quiero y no puedo. No sé como ni de donde saco las fuerzas para salir de la cocina torpemente e ir hacia el comedor. Voy a decírselo.

— Mikel...yo...— Paro en seco cuando veo sus ojos cerrados y su cuerpo acurrucado en el sofá con una de las mantas de Marta. Se ha quedado dormido.

 Calibre 25 // AlbaliaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant