13. La puta mansión

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Natalia POV

— Mierda, ¡Joder! — Exclamo delante de la maquina expendedora de comisaria.

No suelo comprar cosas en estas maquinas, pero no he desayunado y me estaba muriendo de hambre así que he bajado a pillarme un kit kat para matar la gula hasta la hora de comer, y como no, se me ha quedado el dinero dentro y de la chocolatina ni rastro.

Quiero hacer el intento de zarandear la maquina o pelearme con ella de alguna forma, pero a estas horas de la mañana no rindo. Me quedo mirándola con el ceño fruncido, como esperando ayuda divina.

— ¿Que miras así hija, hay un fantasma dentro? — La voz de María me pilla por sorpresa y hace que me sobresalte.

— Coño María, que susto.

Su inconfundible risa llena el pasillo

— Anda trae, deja que te ayude

Lo de esta chica es surrealista. No puedo explicar bien el orden de golpes y tortazos que le metió a la expendedora porque hasta yo me aturdí. El caso es que en unos minutos ya estaba sujetando un kit kat.

El frío de Barcelona me quemaba la mano con la que agarraba la chocolatina. Es un día de los que no te deja salir de las sábanas, y eso se nota en la calle. Es hora punta, pero solo unos pocos se atreven a combatir el tiempo a esta hora. Hombres trajeados con maletines, el señor del quiosco y algunos niños de camino al colegio. María y yo admiramos la estampa desde la acera de comisaria. Fumamos en silencio.

María da tragos largos al café. Puedo ver el humo que sale de el, fijo que se esta quemando, pero bebe como si esperará que ese elixir marrón fuera a darle vida.

— ¿Alba habló contigo?

— Si. Ya esta arreglado, creo.

— Guay, ya podemos irnos de birras las tres juntas — Afirma. Tan natural como la caracteriza, con una sonrisa de oreja a oreja.

— No tan rápido rubia.

Las dos reímos a carcajada limpia mientras sujetamos el cigarro.

— No enserio, me alegro.

— Y yo.

***

El despacho de Alba huele a vida esta mañana. Ha abierto la ventana de par en par y los rayos de solo y el olor a invierno se cuelan por esta sin compasión.
Esta ordenado. Demasiado para mi gusto. Nunca lo ha estado tanto, me atrevo a pensar.

Ni rastro del montón de papeles desperdigados por el escritorio. Ha cambiado el sofá de sitio y ahora la habitación parece el doble de amplia de lo que parecía antes.

Mis dotes de observación me avisan de que hay fotos que ya no están encima del mueble que hay empotrado en la pared. Algunos mantienen el marco, vacío, y otros juraría que han desaparecido. Lo intento pero no soy capaz de recordar que había antes en ellos.

— ¿Te has tomado en serio lo del cambio eh?

Alba teclea infinidad de letras en su teclado mientras mantiene la mirada firme en el ordenador.

— Así es — contesta

De todas las veces que la he visto escribir en ese ordenador, es la primera que parece que no se va a cargar las teclas o va a traspasar la pantalla con la mirada. Esta descansada, tranquila.

— Toma

Alarga el brazo hasta donde me encuentro y me da dos fotos. Las mismas dos fotos que vi el otro día.

 Calibre 25 // AlbaliaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu