1. Capítulo.

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- Que no quiero desayunar, mama.- dije enfadada.

- Tienes que desayunar.

- Que voy a perder el bus.- dije de nuevo cojiendo mi mochila.

- Bueno, pero llevate estas galletas por lo menos.- me dijo y me tendió un mini paquete de las galletas príncipe.

Me coloque la mochila en mi hombro y salí de la puerta de la casa. Bajando las escaleras a toda prisa, sin intentar tropezarme o caerme. Cosa que fue difícil; porque soy una chica con dos pies izquierdos.

Baje los ultimo escalónes de un salto y abrí la puerta de el portal. Corriendo, seguí avanzando calle abajo, gire en una esquina y vi mi bus en la parada. ¡Mierda!

Corrí con mas velocidad o bueno a la que llegaba. El bus, empezó a arrancar. Estaba a nada mas que unos metros, agitando las manos para que parase el bus.

Parecía yo que se el que. Imaginense; una chica corriendo con la mochila que se le cae por el peso, agitando las manos pareciendo que va a empezar a despegar, roja como un tomate por el esfuerzo; porque yo, no soy de correr y mucho menos, hacer deporte.

El autobús, por mi suerte, paró. El busero, abrió la puerta con mala cara a lo que baje la cabeza de la vergüenza. Busqué con la mirada el sitio vacío, que todas las mañanas me correspondía. Al lado de Evelyn.

Me pase el camino hacia la escuela escuchando musica.

No me había presentado, lo siento. Soy Summer, una chica invisible. ¿Porque invisible? Porque casi nadie sabia de mi existencia. Aunque lo agradecía. No me gustaría ser popular y tener todas las miradas puestas en ti, me incomodaría. Tampoco me gustaría ser una nerd y que todos se burlaran de ti.

¿Lo mejor? Invisible.

En la escuela, siempre estaba sola. No me gustaba relacionarme con nadie. Era muy introvertida. Aunque suene muy triste, no tenía amigas y mucho menos amigos. ¿Chicos? No había hablado mucho con alguno. No era de las de hablar con nadie, exactamente.

El bus paro en frente de la escuela y antes de que Evelyn me dijera algo, salí dejándola paso. Baje de el bus y mire a mi infierno. Lleno de gente por todas partes. Alumnos y profesores.

Acomode mi mochila en mi hombro y camine hacia delante.

- Uy, lo siento.- dijo un chico interponiéndose de mi camino.

El chico, el cual se llamaba Bradley, se marchó sin tan siquiera mirarme. ¿Y, ahora deciais por que era invisible?

Seguí caminando hacia el aula. Me tocaba maté, con la profesora Wiltshire. ¡Perfecto! * ironía*

El aula, estaba casi vacío. Excepto, un grupo de cuatro chicos, que estaban en la primera fila hablando con la profesora. Pelotas.

Fui a mi asiento, en la segunda fila; al lado de la ventana. Siempre me había gustado aquel sitio. Tener las vistas de la libertad, estando en esta cárcel.

Los minutos pasaban y la clase ya se iba llenando. El timbre sonó, anunciando el inició de ellas.

La señora Wiltshire, empezó a explicarnos el teorema de Pitagoras. El cual, ya habíamos dado el año pasado y el pasado. Aburrida, mire hacia la ventana. El día, estaba gris. Las nubes medio oscuras, indicaban que iba a llover. El aire que corría, frío, daba la sensación de invierno. Pero no, ahora mismo, estábamos en otoño.

La puerta se oyó, haciendo que la profesora parara de escribir en la pizarra y que todos los alumnos, hasta los distraídos como yo, fijaran la atención en la persona que interrumpía.

Un chico, moreno con unos ojos acristalados verdes, entró. Su aura de superioridad, hizo que más de alguna chica suspirara.

Idiotas.

Ese chico, era Connor. El chico malo.

Un idiota que se creé el más. Solo porque hace que algunas chicas suspiren por el. Puaj.

¿Solo algunas?

Bueno, puede que la mayoría.

Mi conciencia estaba en lo cierto, ese guaperas rebelde, hacia que a toda la población femenina se la callesen las bragas. Aunque yo no lo entendía. Era guapo, si. Tenia un cuerpo corpulento, si. Pero su personalidad, era asquerosa. Se las llevaba de cariñoso y así, pero era un autentico mujeriego. Lo bueno de ser invisible, era de que te fijabas en cada movimiento. Y lo que sabia gracias a ello, era que el, Connor, era igual con todas. No había excepción.

Y la profesora, no era una de ella.

- Connor, ya puedes sentarte en el sitio donde quieras.- le dijo la profesora con una sonrisa amablemente.

Que estúpida. Me daban ganas de chillarle, que se le caía la baba. Pero, yo, no era así. Y nunca me atrevería a hacer algo así.

Connor, echo una mirada en toda el aula. Buscando el sitio vacío.

A mi, no me caía bien ese chico, por lo que seguí con mi mirada en la ventana. ¡Oh, una ardilla!

- Me siento aquí.- dijo una voz gruesa, junto a mi.

No quise mirar, debido a que ya sabia de quien era aquella voz. No quería mirar porque lo odiaba y porque me daba vergüenza.

La clase, siguió avanzando. La profesora, nos mando ha hacer unos ejercicios de los que había que hacer para clase y si no terminábamos para casa.

- Hey.- me llamo mi acompañante.

Intentando ignorarle, coji un boli rojo de mi neceser y abrí el cuaderno en una hoja medio empezada. Escribí el numero de la pagina y de el ejercicio.

-Tu.- me volvió a llamar.

Copié el ejercicio y empeze a hacerlo. Al principio no sabia como empezar.

- ¿Estas sorda o que?- me dijo y me dio una palmadita suave en el brazo.

Cansada por su insistencia, le mire. Esos ojos verdes, estaban fijos en los mios. Me daba miedo, tenia que aceptarlo. Sus ojos, demostraban enojo.

-¿Q-Que qui-quieres?- le dije bajo y tartamudeando. Este chico, a pesar de que lo odiaba, me daba temor con aquella mirada enojada.

-¿Sabes como se hace esto?- me dijo señalando a la pizarra donde estaban los ejercicios.

- Bueno...- le dije.

-¿Puedes hacerlos conmigo?- dijo seguro. Su voz, sonaba firmé, al contrario de lo que debería estar sonando la mía.

-Vale.- le dije y empezamos ha hacerlos.

Al principio, ninguno de los dos sabia empezar. Pero cuando le pillamos el tranquillo, todo fue mas sencillo. Los terminamos antes de que sonara el timbre, por lo que cuando los terminamos, me gire y seguí viendo por a ventana. Dejándole a él.

-¿ Como te llamas?- quiso saber.

-Summer.- conteste susurrando.

- El mio se que los sabes. Quien no.- dijo.

Otra de las cosas malas que tenia, era su increíble ego. Era una de las personas con mas ego que había visto.

Sin querer seguir a conversación, mire de nuevo a la calle. Esperando con ansias el final de la clase. Por mi suerte, sonó al de dos segundos. Haciendo que todo aquel alumno, saliese cargando de su mochila.

Una Sombra Mas Bajo La LunaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant