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Episodio 37:

    Tomé su cuerpo rosado, pequeño con ambas manos y aún tenía rastros de sangre. La metí en la pequeña bañera que había comprado hacia unos meses en Roma y comencé a bañarla. No paraba de chillar, y yo estaba embobada con sus manitos largas, los cabellos tiernos casi dorados, los pies delgados. Luego escuché que Simone estaba atrás nuestro, parado en el marco de la puerta y asomaba la cabeza como un niño temeroso de seis años.

- Ven, mira.- Le dije con la garganta cerrada por el llanto de emoción y mi esposo se acercó despacio. Quedo parado detrás de mí y no emitía palabra alguna. Estaba aterrado.- Simone, ella es tu hija. Mira sus ojos, allí estas tu.- Se la di en las manos y se quedó pensando en no sé bien qué; al instante Helena dejó de llorar y movía sus manos, abría los ojos molestos por la luz...la hija se encontraba con el padre. Le sonreía, o al menos eso que creí, y mi Rey no pudo evitar enamorarse para siempre de esa niña hermosa.

Fui rápidamente en busca de mi cámara de fotos instantánea y cuando entré a mi suite, James estaba sentado junto a la francesa que dormía apacible.

- Este momento necesita una foto.- Sonreí, tomé la cámara de adentro del vestidor y me fui. Estaba estaba embobado diciéndole cosas tiernas, alzada en el aire y les saqué una foto. Preciosos.

Quedé parada observándolos la situación: yo Alice Thompson ya tenía mi propia familia.

- Oh, qué maravilla.- dijo James en voz baja.

- Mira, Jamie. Es Helena.- Se la presentó.- Y quiero que seas su padrino, por favor.

- ¿Cómo?- mi amigo nunca había comprendido nada.

- Si, tú serás su padre si le falto algún día.- Agregó emocionado.

- Si, por supuesto.- Agregué yo y abracé a mi amigo con todas las fuerzas de mí ser. Ninguno había podido evitar llorar.

- Claro, que acepto. Es para mí un honor.- Respondió mi amigo secándose las lágrimas.- Anda, ve tú también.- Pidió y nos fotografió a los tres.- Me encanta este momento, pero la francesa necesita hablar contigo.

- Aun no estoy muerta.- Bromeó la francesa dolorida.- Alice, querida.

- Astrid.- Por primera vez en mi vida me animaba a nombrarla.- Pide lo que quieras y te será concedido.

- Quiero que sean felices. Se los pide una mujer que jamás lo ha sido y que comienza a serlo. No saben lo maravilloso que es.

- Oh, cuanto te echaré de menos.- Estaba demasiado emocionada.

- Lo último que pediré, como deseo...es que me lleven al sur de París, allí vive una mujer que me podría ayudar. Hasta que pueda estar mejor.

- ¿Tiene que ser ahora?- Me sorprendí.

- Si me muero quiero que sea fuera de tu hogar. Ya has tenido suficiente, mujer.- Reconoció y no pude evitarlo.

- Me alisto y salimos. Aguanta, mujer.- Determiné y le exigí.

- ¿Sin panza? ¿Y con todos los fotógrafos y periodistas en la puerta del hotel esperando una nota por la muerte de Cory?- Simone, me trajo de un solo golpe a la realidad.

- Si, vamos igual. Ya me monto la panza, Simone llevas a Helena y quedará callada, tu James cargas a la francesa en brazos y pidan por favor que nos habiliten al estacionamiento el Mercedes negro, así nadie ve nada.

- Alice.- Me dijo mi esposo serio, con la niña en brazos y me dio ternura.

- Simone.- Le respondí como diciéndole "¿Qué parte no has entendido de lo que he decidido?".

El auto estaba listo en el estacionamiento del hotel. Salimos los cinco por la puerta de servicio, James cargaba a Astrid y yo la gran maleta con sus cosas a los tirones, como podía...e increíblemente...se me rompió el taco del zapato izquierdo y una ola de fotógrafos se nos abalanzó matándonos a flashes, saliendo de entre los autos estacionados. Quedé parada en medio del lugar en penumbras y la panza de silicona se me había salido y yo no lo había notado...estaba tirada frente a mis pies. Enmudecida. Mi carrera estaba terminada y no sabía si iría presa por comprar un vientre o no, el público me odiaría desde el momento en el que se enterara que les había mentido...BASTA. Cerré los ojos lamentándome de mi mala suerte y cuando los abrí escuché que sonaban los pasos de alguien que se acercaba hacia nosotros y encontré una pequeña luz casi indistinguible en medio de tanta oscuridad. Entre la penumbra, casi oscuridad del estacionamiento pude ver a un hombre de traje gris acercarse con una caminata pareja, con decisión y que me atemorizó no sé por qué pero había creído que era mi padre...El traje gris era de buena calidad... ¿Prada?

- Denme las cámaras.- dijo el hombre.- Alice...- Me saludó. ¡Madre mía!

- Nichollas Charman.- Lo nombró mi esposo con rabia y cansancio.

- ¿Cuánto quieres, Nichollas?- Le pregunté dolida porque sentí que me estaba traicionando.

- A ti. Eso vale mucho más.- Respondió con una postura relajada y una fuerza en sus palabras que generaba respeto. Tomó las cámaras fotográficas y se paró delante de Simone.- Un año con ella, en el lugar del mundo que sea, a cambio de las fotos y la seguridad de que mis empleados no dirán nada. De lo contrario, todo el mundo sabrá que su embarazo fue una mentira, que robaron un niño y mataron a una mujer inocente. Tú decides, Simone. 

Secretos de la Señora ThompsonWhere stories live. Discover now