CAPITULO 8

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CAPITULO 8:

Mi cabeza se cerró. No comprendía que estaba sucediendo y reaccioné cuando la mamá de Tomm comenzó a googlear insistentemente en su Smart phone las noticias acerca de la supuesta noticia de muerte de mi Señora T. – No puede estar muerta.- Pensaba por dentro. Tomé mi celular (que no era Smart phone) y le envié un mensaje de texto a Marta, la mujer latina que trabajaba hacía muchos años en la cocina de la mansión. No me respondió. Jamás. Puse a los niños a lavar la vajilla y fui a mi habitación. Acomodé las páginas, que previamente había enumerado, y continué la lectura sin poder creer que estuviera muerta.

"Treinta de octubre de mil novecientos setenta y cinco:

Simone estaba con John en brazos y muchas bolsas de regalo sobre la cama. Ya habían pasado un mes después de la muerte de mi padre y era la primera vez que permitía que encendieran la luz de mi habitación. – Fuimos de compras.- Me dijo mi esposo con una sonrisa en el rostro.- ¿A caso te has convertido en un padre?- Le pregunté con un destello de sonrisa.- No, pero puedo ser un padrino.- Respondió con buen humor sorprendentemente.- Entramos a Tiffany & Co y John eligió un obsequio para ti.- Y cuando lo noté el niño estaba parado junto a la cama con un paquete dorado y un moño blanco en las manos. Sonreía como si estuviera cometiendo una travesura. Se subió a la cama rápidamente, me besó y me dio el obsequio diciéndome que me quería. Era una gargantilla de platino con pequeños diamantes. Era encantadora, como las que me gustaban a mí. Me animé a salir de la cama y los acompañé a almorzar.

Los tres estábamos sentados en el comedor principal y por la cabeza se me cruzaba el momento del aborto. – Si, de todas las salsas que probé la de salmón es la más deliciosa.- Decía John comiendo del recipiente de la salsa.- Nosotros reíamos a carcajadas.

- ¿A qué colegio te parece que debería ir?- Me preguntó Simone.

- No lo sé. Pero me gustaría que fuera a alguno relacionado con las artes.- Respondí cuando le limpiaba el rostro a John con la servilleta.- Mañana iremos a comprar más y más ropa para ti.- Le sonreí y creí que ese niño era mi hijo, el que había abortado. Me entristecí de golpe, mis ojos se llenaron de lágrimas, y supe que la angustia que me provocaba la situación era un sentimiento que no lo podría compartir con nadie jamás. Me incorporé como la gran actriz que soy y besé a mi esposo. Lo necesitaba más de lo que creía.- Gracias.- Le susurré al oído y me senté en sus piernas.

Veinticuatro de diciembre de mil novecientos setenta y cinco:

Navidad. No recuerdo las navidades en familia. Y no sabía por qué. Lo único que me importaba de ese día en particular era que John tuviera todo lo que su mamá no había podido darle. Estábamos felices los tres. Quise retratar el momento con una cámara fotográfica instantánea que guardaba en el vestidor y fui a buscarla. Pero no la encontraba, corrí los vestidos, los abrigos de piel y encontré los jeans Oxford que había usado el día de la muerte de mi padre. Los tomé con ambas manos y encontré la carta que él había escrito y dejado para mí antes de suicidarse. La abrí. "Alice ama a Simone. Te ha mentido.", decía en la hoja manchada con sangre. Salí rápidamente de allí, a mostrarle el papel a Simone y él estaba con un obsequio abierto en las manos. Me miró con vergüenza y tristeza al mismo tiempo... ¿qué estaba sucediendo?

No puedo creerlo. A esto te habías ido a ese pueblo de mierda.- Me dijo mi esposo y cuando me acerqué tenía una caja con las fotos que alguien me había sacado en el momento del aborto.

No.- Respondí rápida.

Perfecto, festejemos tranquilos.- Respetó mi palabra y me besó en el hombro y en la frente. Me dejó sin palabras. Y de atrás apareció John con la cámara instantánea sacando fotos una tras otra y captó el momento del beso.

Secretos de la Señora ThompsonWhere stories live. Discover now