Adara se despidió de su madre y le aseguro que se encontraba bien. Aunque su madre no era nada tonta y se había pillado que cargaba una buena resaca. Le dejó como mil tareas domésticas, tenía que tener todo listo para cuando llegara, la chica suspiro resignada, total ese era el precio que debía pagar por su estupidez. Arregló su habitación y se dispuso a realizar las demás tareas. El tener que limpiar le estaba costando en verdad y es que el martilleo en la cabeza y las terribles nauseas la incomodaban, en que momento se le ocurrió beberse lo que no era suyo.

Cuando dejó su casa medianamente presentable se dejó caer en el sofá de la sala y no pretendía moverse en lo que quedaba del día. Sin embargo, el destino parecía ensañarse porque cuando más comodita estaba, escuchó el estridente timbre de la entrada y esperaba por el amor a Dios que quien fuese tuviese una buena razón para arruinar su tranquilidad.

Al abrir la puerta casi se va de culos al ver que quien estaba ahí de pie no era ningún vecino entrometido, tampoco pensaba que fuese Samy pues la conocía tan bien que sabia debía estar molesta, ya que, varias veces se autodenominó la única dueña de Hades, pero de explicarse se encargaría después, ahora tenía un problema mayor. ¿Qué hacía él ahí?

Siempre lucía tan guapo que no era justo, su cabello negro ligeramente despeinado como si se hubiese acabado de pasar la mano, ese rostro tan masculino, pero a la vez tan hermoso. Y quizás a alguien como él no le gustaría que lo llamasen así, pero es que lo era. Ese cuerpo de infarto tan bien proporcionado. ¡Pero sus ojos y boca! Estaba obnubilada con todo su ser, tanto así que olvidó su propio ser. Ese que llevaba una camiseta vieja con varios hoyos, un pantalón deportivo que en algún momento pudo haber sido negro, pero ahora ostentaba ser un pobre gris y por supuesto el pelo recogido en la cima de la cabeza lleno de nudos. Pero él, él sí que Iba perfecto, vestido con una sencilla camiseta verde oscura, unos jeans negros y unas botas de motero de cuero oscuro. En su mano llevaba una sencilla mochila negra que quien sabe que cosas guardaría.

—Si ya terminaste de mirarme de forma tan descarada me encantaría que me dejaras pasar. _ la pico un poco el dios con ese cometario que sabia le enrojecería las mejillas de esa forma que tanto le gustaba.

Pero el enfado de Adara estaba vivo y no iba a dejar que se comportara así con ella y más teniendo en cuenta que era la última persona que quería ver hoy.

—No te estoy mirando de ninguna forma, no seas creído y ridículo. _Mintió y él se dio cuenta, pero no hizo cometarios al respecto. —Solo estoy tratando de adivinar ¿¡Que estás haciendo en mí casa!? _Gritó y le sorprendió su actuar tan descortés. 

Ahí estaba la verdadera Adara, la huraña y contestona. Esta versión si que le gustaba más, aunque la borracha y atrevida debía aceptar que despertó cierto oscuro deseo. Hades se esperaba esa reacción, ya que después de cómo se comportó en la fiesta era lo mínimo que merecía. Él se entrometió entre ella y su diversión, él no ostentaba ningún derecho sobre ella y aun así la tomó y la sacó de allí por el solo hecho de sentir ¿celos? No, eso era totalmente estúpido, él no podía sentir tal cosa por una chica como ella. Pero entonces ¿Qué estaba haciendo allí, mirándole con diversión en vez de estar ofendido por la falta de educación de Adara? Es que la respuesta era sencilla, nada compleja. A él no le importaba que estuviera enfadada, quería verla y le importaba una mierda si ella no estaba de acuerdo.

—Vengo en son de paz. _Dijo levantando las manos en señal de rendición. — he traído tú ropa. _Agregó sin poder dejar de mirarla.

Ella le atraía por el solo hecho de ser ella, su esencia, esa boca altiva. Ella no se esforzaba por caerle en gracia ni utilizaba los trucos de las otras hembras para verse apetecible, y es que su ridículo atuendo se lo dejaba en evidencia. Adara era problemas y que Zeus se apiadara de él.

Hades el Visitante del InframundoWhere stories live. Discover now