Zarter

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Universo alterno

Miguel abrió la puerta de su oficina y entró con café en mano, dejó su mochila en el escritorio junto con el vaso de café, abrió las cortinas y suspiró mirando la pequeña oficina que tenía, volvió al escritorio y se sentó sacando su portátil.

Bebía su café con tranquilidad mientras ajustaba algunas cosas de su plan de trabajo, era el tutor de el grupo más estresante de toda la escuela pero él había aprendido a lidiar con ellos en poco tiempo... O más bien, los alumnos le tenían mucha piedad a él ya que se ganó su afectó muy  fácilmente.

Un mensaje sonó en su teléfono y al verlo suspiró mirando la hora: eran las siete y treinta a penas y uno de sus alumnos ya estaba en problemas. Tocaron la puerta e indico que podían pasar.

—Espero que pueda hacerlo entender, Miguel —La directora dejo pasar al joven y cerro la puerta.

—Son las siete y treinta... Entraste hace menos de una hora, ¿qué es lo que hiciste?

—Yo no hice nada —Pedro se sentó frente a él.

—Claro. No te traen conmigo por nada, Pedro.

—No estoy de humor, sólo mandame un castigo o algo y dejame ir.

—Así no funcionan las cosas... Y lo sabes, ¿qué fue lo que paso?

—Un imbécil se creyó que podía burlarse de mí, solo le di una lección.

—La violencia no es la respuesta, Pedro, te lo he dicho ya muchas veces.

—No es la respuesta para ti, para mi sirve muy bien. Te ganas el respetó de los demás así.

—Te ganas su miedo, no su respetó. No lo confundas.

—Me da igual lo que sea funciona para mí.

Miguel suspiró desesperado, Pedro era el caso de rebeldía más terrible que había tenido en su corta experiencia como maestro. Se metía constantemente en problemas, si no era por golpear a alguien era por insultar o agredir verbalmente a cualquiera, sin importar que fueran mayores que él y sus superiores.

—Necesito hablar con tus padres ahora, ¿puedes darme el número de alguno?

—No lo sé —Miguel le miró fastidiado de su actitud.

—Pedro, son tus padres y me vienes a decir que no te sabes su número. Por favor, eso no es creíble —Pedro suspiró molesto.

—Es que no me sé el número.

—Bien, lo buscaré yo mismo en tus papeles —Miguel sacó una carpeta y comenzó a rebuscar.

Después de un rato en silencio Miguel encontró los papeles de Pedro, el otro ya sabía que no tenía un número de contacto pero aún así lo dejó buscar. Miguel notó que no había número y miró a Pedro que le sonrió.

—¿Puedo irme? Tengo clase.

—No es cierto, tienes libre esta hora. Así que dime, ¿hay alguna forma de contactar a tus padres?

—No lo sé y tampoco sé si me gustaría saberlo.

—¿Cómo no vas a saber? —Los dos ya estaban algo estresados con el otro.

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