7. Bibia be Yeye

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Está bien, Ev. Solo tienes que tomarte las cosas con mucha calma y no alertar a los vecinos de que hay asesinos de dos metros en tu casa para que te maten sin piedad.

―¡¿PERO QUE PUTAS HACEN SOBRE MIS AMIGOS?!

―¡QUE NO GRITES, COÑO! ¡VAS A LLAMAR LA ATENCIÓN! ―exclamó Masky así de amargado.

―¡NO ESTOY GRITANDO, TÚ ESTÁS GRITANDO!

―¡CÁLLATE!

―¡CÁLLATE TÚ!

―Cállense los dos, o les atravesaré el cuello para asegurarme de que no vuelvan a hablar. ―interrumpió Jeff haciendo que nos callásemos de mala gana.

―¡Pero en serio! ―exclamé, molesta―. ¿Qué putas hacen sobre mis amigos? ¿Por qué los atacan?

―Estábamos buscándola a ella ―Toby señaló a Sofía―. A ver si llevaba algo de información y... ¡Chan, chan! Si la tiene.

―¡Suelta ese teléfono!

―Oblígame. ―sonrió mostrando su hacha de madera.

Carajo. Con estos no se puede.

―Nos vamos a llevar a la rubia. Ya. ―señaló Hoodie hacia la ventana y comenzaron a arrastrar a la mencionada.

―¡Que no, carajo!

E hice el acto más pendejo, infantil y estúpido que pude haber hecho en mis dieciséis años de vida.

Y les pegué en las manos a todos como unos niños pequeños.

―¿Es en serio? ―preguntaron todos al mismo tiempo.

―No se pueden llevar a Sofía porque... ―pensé un segundo―. Sería sospechoso y todos se darían cuenta.

―¿Y eso cómo?

―Oh, claro, cualquier persona va cargando un cadáver por el medio de la calle a altas horas de la noche.

―Odio admitirlo, pero Ev tiene razón.

―¿Eyeless? ¿Tú también? ―pregunté con un tono exasperante al verlo en la ventana.

―¡Sorpresa! ―soltó con fingida emoción.

―Joder ―murmuré―. Si no me ayudan a llevar a los chicos a su habitación, los dejaré sin hijos con una patada.

―Linda adverten--... ¡AUCH, COÑO! ―se quejó Masky mientras rodaba en el suelo―. ¡Un día de estos te mataré!

―Si, como sea. ―admití desinteresadamente―. Ustedes perfectamente me necesitan, no pueden matarme.

―Sí, claro. Eres inmortal ―respondió Hoodie con sarcasmo.

―Ten por seguro que si intentas pasarte de lista con nosotros, no tendremos piedad.

―Supongo, pero--... ¡Hey! ¡¿A dónde van?! ¡Ayúdenme a llevar a los chic...!

Y los hijos de fruta se fueron.

―¡COÑOOO!

Luego de llevar a mis amigos y maldiciendo cada segundo a los hijos de madre que no me quisieron ayudar, fui a mi cuarto a cambiarme y me di cuenta de algo.

Maldita sea, mi ropa estaba tan cutre que podía usarla de pijama.

***

Se suponía que hoy tenía que estar despertando por una alarma, o "por los rayos del sol que rozaban mi cara" al amanecer.

Pero no. Estaba malditamente despierta por culpa de los malditos cacerolazos que estaban dando en la maldita cocina en la maldita planta baja.

―¡TRIMALDITA SEA! ―grité en cuanto vi a Zack, a Liam, a Sofía y a Andrea haciendo desastre con las cacerolas y twerkeandose una silla.

Daughter » Slenderman ⓪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora