Blue Side

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Hoseok 



Me siento raro. Siento la cabeza irritada y no quiero hacer nada. Tengo ganas de llorar, pero tampoco quiero hacerlo. Estoy fingiendo entusiasmo para no preocupar a otros. No quiero contarle a nadie cómo se siente mi mente porque, tal vez, no sea de importancia. Tampoco quiero seguir tomando medicamento. Ya no quiero muchas cosas. Hasta el hecho de querer bailar, o hacer cualquier otra actividad de mi agrado, termina asustándome.

Mi cuerpo está agotado todo el día. Para motivarme, una vez alguien me dijo que Dios pone las batallas más fuertes a las personas que destacarán en el futuro. Pero yo no sé cómo trabaja Dios como para creer eso y tampoco sé si las batallas internas o mentales cuentan. De hecho, no sé si se le pueda adjudicar el nombre de batalla porque ¿cómo es posible que yo sea mi propio enemigo?

Si pudiera relacionarme, o compararme, con alguien, lo haría con Ícaro y Dédalo. No soy prudente y a veces vuelo tan cerca del sol, ocasionando que mis alas desaparezcan y caiga al mar. Sin embargo, tengo una parte mínima como Dédalo: llena de razonamiento y prudencia. Aunque, creo en verdad ser Ícaro. Nadie cuenta la historia completa, pero suponer con lógica es lo correcto: cayó al mar, se ahogó y murió.

Yo puedo ser un Ícaro diferente. Un Ícaro que flota en ese vasto mar azul tan equivalente a esa extraña tristeza que me sofoca. Si el sol es equivalente a la esperanza con la cual actúo en el exterior; del otro lado, es decir, del lado del mar, del lado azul que simboliza la tristeza, se encuentra mi mente y los pensamientos que me incitan a abandonar todo lo que he hecho con la máscara de la esperanza.

El más mínimo error me hace flaquear. La situación más simple puede ser, a veces, la encargada de reconfortar mi corazón aunque, hay ocasiones, en las cuales alguien más considera dichos sucesos tan banales y carentes de sentido.

Genero una fuerte envidia ante la genuinidad de las otras personas. ¿Cómo manifiestan lo que les aqueja? ¿Qué hacen para dejar salir la furia? ¿Tienen algún método para encasillar la felicidad?

Soy consciente de la existencia de personas con problemas peores: enfermedades que amenazan sus vidas, violencia de la cual intentan huir, pobreza a la cual anhelan asesinar. Pero, ¿es correcto decir que yo también tengo un problema? ¿Acaso no son demasiadas las personas que divulgan la tristeza enorme como una condición de las circunstancias, fácil de controlar, y no como una disposición misma de la mente?

Si un colectivo asume algo como verdadero, resulta aceptado y, maravillosamente, hasta parece que ese conjunto de personas manejan la realidad. Entonces, la verdad supuestamente dicha, se hace verdad. Pero ¿por qué esa verdad no funciona en mi mente? ¿Por qué al bailar sigo siendo consciente de la tristeza? ¿Por qué al leer las historias que tanto he amado ya no provocan fascinación? ¿Por qué ver a mis amigos daña la poca felicidad que me queda? ¿Por qué la sonrisa que emano a los demás no me hace sentir como debería? ¿Por qué es azul mi interior? ¿Por qué los colores de mi exterior no pueden ser auténticos como aquel endemoniado color azul que me está matando, no para morir, sino para vivir sufriendo?

Mis pensamientos son interrumpidos al recobrar la fuerza tras el agotamiento de la práctica. ¿Cómo es posible que mi mente albergue todas esas ideas? Si tuviera el poder de sacarlas en el habla, seguramente aburriría o desesperaría a quien estuviera escuchándome.

Uno de mis mejores amigos, y mi fiel compañero de baile, se acuesta en el suelo, a mi lado. Lo miro y me sonríe.

-Te ves muy agotado –Se queja como un niño pequeño y, creyendo que el cariño mostrado en actos va a servirme para recuperar fuerzas, me abraza. Posiciona su pierna y brazo izquierdo sobre mí. Recuesta su rostro, con su mejilla en mi hombro derecho–. Los demás nos esperarán en el departamento de Nam. Sí vas a ir ¿Verdad?

La caída de ícaro (BTS)Where stories live. Discover now