Capítulo 26

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—Te juro que estoy bien — le aseguro Luzbel bajando del auto —, no tienes que llevarte mi mochila.

—Sí tengo, si te sientes mal sólo dilo.

—Sólo tengo una costilla rota, no es como si me fuera a morir por eso.

—Leí que puede perforarte un pulmón... o en su caso el corazón...

—Eso es cuando sufres un accidente demasiado fuerte, por ejemplo que te atropellen. Además tendría que ser una costilla del lado izquierdo y a la altura del corazón, en este caso no es así.

—Tomando en cuenta que un ángel te pateó, creo que hubiera sido menos grave que te pasara un carro encima...

—¿Desde cuándo te volviste tan fatalista?

—No soy fatalista, lo siento... estoy preocupado por ti... no quería que nada de eso pasara.

—No tienes culpa de nada, Luzbel yo sé a qué me atengo estando contigo... sólo fue un incidente.

—No puedo dejarte sola, ya no.

—¿No crees que ya es hora de que hablemos?

—¿Hablar de qué? — pregunta parándose frente a mí, haciendo que choque ligeramente contra él.

—De todo Luzbel, de lo qué pasó ayer... de todas esas cosas que nunca me has querido contar.

—Sí, ya es hora.

Luzbel se quita de enfrente y continuamos caminando en silencio.

No sé qué es lo que pasó ayer, casi muero, tengo una herida de dieciocho centímetros en la pantorrilla, y dos costillas rotas.

Rafael sacó a Uriel de la casa, y pasados unos minutos regresó para ayudar a Luzbel conmigo.

Aunque debo admitir que estuve a punto de desmayarme del dolor, fue algo divertido ver al par de ángeles como locos sin saber que hacer conmigo.

Parecían dos chicos a los que dejas solos con un bebé. En este caso el bebé estaba en grabes problemas, y los dos estaban que se morían del miedo de que me fuera a morir.

Es la primera vez que veo a Luzbel espantado y diciendo que teníamos que ir a un hospital. Así es. Un hospital.

Rafael fue el único con la cabeza fría que incluso se atrevió a cocerme la pierna e intentar reacomodarme las costillas. Aunque esto último sonase demasiado innecesario.

—Vamos a la cafetería — pide desviándose del camino.

—¿Para?

—Quieres hablar, ¿no? Vamos a hacerlo.

—Bien... vayamos — sedo, pues ahora que conseguiré lo que tanto quería, no pienso echarlo a perder.

Tengo un frío horrible y deseo no haber salido de casa, quiero entrar a un lugar cálido y sé que Luzbel va directo a las mesas que están frente a la cafetería.

El roce de los jeans con herida me hacen querer ponerme unos shorts a pesar del frío gélido de aquí afuera. Simplemente estoy que me mato y deseo golpear a alguien con ganas repulsivas.

—¿Con qué quieres empezar? — pregunta una vez que nos hemos sentado.

—Pues... no lo sé, desconozco por completo el tema.

—Hmm, bien, empecemos por... — creo que él tampoco sabe muy bien por donde empezar.

—Lía — una tercera voz se abre paso, Brian esta a unos pasos de mí. Tiene la cara pálida y ligeramente verdosa, sus labios están casi blancos y camina ligeramente encorvado.

Luzbel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora