Capítulo 13

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—¿Qué se supone que hago aquí? — interroga desubicado.

—Vienes de oyente, ahora calla.

—¿Oyente? — repite.

—Sí, Luzbel, oyente. Sólo vienes a tomar clase sin estar inscrito a la universidad — explico.

—Entiendo...

No estoy segura de que haya sido una grandiosa idea la de traerlo a la universidad conmigo, pero tampoco sé si hubiera sido muy bueno dejarlo solo en mi casa.

—Todos me miran — musita.

—Sí, bueno... chico guapo, rubio, de ojos azul y verde, más de uno noventa... ¿Quién no te vería?

—¿Tú lo haces?

—Gracias por notarlo, pensé que nunca te darías cuenta — denoto en una simple broma.

—Estás diciendo que...

—Solo camina — interrumpo cambiando de planes —. Por tu culpa voy más de cinco minutos atrasada.

Y al recordar nuestro contratiempo me quiero echar a reír.

—No ha sido culpa mía — discute.

—Claro que lo ha sido, te dije que esos pantalones no iban a quedarte.

—Se veían de mi talla.

—¿En serio? Era más que obvio que ibas a romperlos.

—Pues estaban muy bien cuando me los puse — asegura.

—Sí, hasta que alguien decidió agacharse y se le salió el culo de los jeans.

Y al fin me río.

—Sólo fue un accidente.

—A la próxima confía en mis cálculos.

—Sí, supongo que no estás tan equivocada como lo pensaba.

Empujo la puerta de cristal del edificio y la dejo abierta, sé que todos adentro se están congelando, pero ese no es mi problema.

—Si no nos dejan entrar te mataré — sentencio.

—No creo ni que nos nieguen el paso, ni mucho menos que puedas matarme.

—Ya verás.

Veo la puerta del salón abierta y acelero para entrar cuanto antes.

Apenas doy un paso adentro y la puerta se estrella contra mi cara. Me voy para atrás y Luzbel me detiene y regresa arriba otra vez.

—¡Lía! Lo siento tanto... — el profesor Johns ha abierto de nuevo la puerta y se acerca a inspeccionar si me ha ocurrido algo.

Mientras toda la clase revienta en carcajadas por el incidente.

—Tendrá que dejarme entrar para que quede olvidado — condiciono con la mano sobre la nariz.

—Por supuesto, pasa — me cede el paso y entro seguida de Luzbel, por el cual los murmullos no tardan ni un segundo en comenzar.

Mi lugar en la esquina está apartado como siempre, tengo la mirada de mis amigos encima, algunos riéndose y otros un poco preocupados.

—¿Estás bien? — averigua Jason.

—Con la nariz rota, pero supongo que no está tan mal — contesto con la mano aún en la cara.

—Hey, pasa esa silla para acá — el chico de ojos verdes y rizos oscuros definido comienza a dirigir al resto. 

Pasan una de las sillas entre la última y penúltima fila para que Luzbel se siente junto a nosotros.

Luzbel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora