*Capítulo 11

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Los movimientos involuntarios en la pierna que la ansiedad provoca, mueven ligeramente el auto donde espero con impaciencia que los minutos pasen viendo el reloj en la pantalla del auto.

Pero me parece que los minutos duran más segundos de lo normal, por más tiempo que observo, los dígitos no cambian, y afuera solo el viento se encuentra en movimiento.

Bajo sin poder soportarlo más, observo el entorno atentamente en busca de alguna presencia.

Pero la calma prevalece.

Me aseguro de no cerrar del todo la puerta del auto antes de encaminarme por el mismo camino que vi marcharse a Luzbel hace apenas tres minutos.

Los faros del carro me ayudan a encaminarme a un costado de la casa, sin embargo luego de los primeros metros solo me queda seguir entre la penumbra y el recuerdo.

Las ráfagas de viento silbando entre los árboles atenua lo suficiente el ruido de una pelea.

Freno antes de llegar al otro extremo e intento saber de dónde viene el sonido.

Pero no consigo ser precisa y parecen estar considerablemente retirados de mi punto, por lo que abandono la seguridad del muro y voy a buscarlos guiándome por la cercanía que el sonido me indica tengo de la riña.

Y pronto comienzo a aproximarme al bosque sombrío del que solo percibo las siluetas de los majestuosos árboles.

Apenas me sostengo del tronco de uno ellos luego de tropezar con su raíz, y al mirar dentro la mayor oscuridad que haya presenciado alguna vez se encuentra a mis pies.

Por segunda vez en alrededor de veinticuatro horas debo tomar una complicada decisión que tiene que ver con poner mi "miserable vida" en riesgo de los peligros nocturnos de un bosque donde casi soy raptada hace quince minutos.

Pero tomo mis diez segundos de valor y avanzo a trompicones guiándome por los árboles y manteniéndome en pie gracias a ellos.

La lucha parece aún lejana, pero finalmente fija en un solo lugar, y como si no fuese suficiente aún, escucho el follaje de los árboles siendo empapado por una tormenta que no consigue traspasarlo aún.

Un relámpago ilumina el bosque por un instante y en mi mente queda grabado el panorama cada que cierro los ojos.

Corro con la esperanza de no chocar de frente contra un árbol, y nuevamente la luz violeta deja que observe el camino por el que voy.

Y al siguiente rayo, a poca distancia consigo ver dos siluetas batallando.

Avanzo un metro más antes de pegar la espalda a un árbol e intento calmar mi agitada respiración escuchando el ruido de los golpes y gruñidos.

Doy la vuelta abrazándome al tronco y miro por uno de sus costados esperando que la pelea sea iluminada una vez más.

Tan solo pasan cinco o diez segundos para que ocurra, el rostro sanguinario y cruel de Luzbel es iluminado por un largo momento en el que me deja congelada.

En cuanto la oscuridad vuelve una sonora y malévola carcajada brota desde lo más profundo de un pecho masculino, haciéndome petrificar aún más.

—Ya ni siquiera peleas tan bien — apunta al terminar.

—No son las palabras más adecuadas en tu posición — brama Luzbel.

—Mi posición me permite escupirte si así lo deseo.

—Por supuesto que puedes escupirme — afirma permisivo —. Después de todo no estamos allá arriba, aquí puedo matarte y nadie extrañará a un bastardo de tu clase.

Luzbel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora