Capítulo 4

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Peleo con la cerradura para abrir la puerta en la que estamos recargando el peso completo de nuestros cuerpos; él debido al estado físico en el que se encuentra, y yo porque ya no soporto más el casi peso muerto del tipo.

Cuando finalmente consigo retirar el seguro nos vamos de bruces.

Logro esforzarme lo suficiente para mantenernos a ambos arriba y cierro la puerta con el talón de una bota.

—Anda, tenemos que subir — animo sin detenernos.

Alza la vista y deja de caminar

—No puedo subir — decide —. Debe haber otra forma.

—Vuela de aquí hasta mi habitación — contesto sarcástica —. Tienes que hacerlo no tenemos tiempo que perder, debes subir ahora — lo obligo y no puede evitarlo.

Sin embargo me las arreglo para cargarlo en mayor parte y nos fuerzo a ambos a subir sin demoras.

Se queja y nuevamente escucho que sus huesos truenan.

Por más que intento mantenerme serena, dicho sonido solo provoca que por un instante desee detenerme.

Pero consigo llegar a mi pieza y voy hasta el baño.

—Quítate la ropa — ordeno mientras abro las llaves de agua caliente y fría para que la tina se llene.

Vierto el jabón suficiente y me aseguro para que esté listo pronto.

Evado totalmente de la mirada al rubio, y conforme mi cabeza piensa mil cosas por segundo encuentro una camisa blanca y la extiendo a él sin mirarlo.

—Entra a la tina y cúbrete con ella volveré enseguida — termino antes de salir y cierro la puerta.

Me deshago de la chaqueta y suéter debajo, pues están ensangrentados.

Tomo una sudadera con la punta de dos dedos y salgo disparada directo a la cocina para lavarme las manos.

Tras asegurarme que no haya rastro de sangre me coloco el abrigo y busco un trapo de tela para mojar.

Corro nuevamente para salir de casa, me aseguro que no haya nadie cerca y tiro la toalla al suelo para limpiar el rastro escarlata visible por la acera.

Hago lo mismo con los peldaños y entrada de la casa y vuelvo dentro cerrando la puerta con los tres seguros.

Voy a la cocina para cerrar la puerta trasera también, y lavo el trapo para no dejar rastros.

Corro de regreso a mi habitación y voy a revisar el estado del tipo.

Como le ordené ha entrado a la tina y tiene la cabeza recargada sobre en muro.

—Necesito agua fría — jadea.

—¿Fría? — inquiero confundida por la petición.

—Sí — asiente débilmente y corro a cerrar la llave de agua caliente y abrir la fría en su totalidad.

Tomo una toalla limpia y la mojo ahí mismo, limpio el rostro lastimado de Luzbel e intento que la piel sana y blanca quede libre de sangre.

Las manos están temblándome de los nervios, el tipo está delirante y una vez limpio la gravedad de las heridas se aprecia de mejor manera y luce peor.

Tiene heridas por doquier, la mayoría graves, y unas cuantas que parecen más delicadas que ello.

—Necesito más frío — gime débil y con ojos cerrados.

Por un momento y gracias al delirio en el que se encuentra llego a pensar que no debería atender a la petición.

—Regreso en un minuto — informo antes de correr fuera otra vez.

Luzbel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora