EPÍLOGO 2 MARY MACDONALD

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—...es una caja muy vieja—. Remus Lupin terminó la frase demasiado tarde, las cosas estaban desperdigadas por doquier.

 El hombre lobo se posó de cadera sobre el marco de la puerta y sonrió con su infinita paciencia. Cerré fuertemente los ojos y un desagradable calor se extendió por mi cara. Rogaba no haber estropeado otra cosa valiosa, ya había sido suficientemente embarazoso quebrar los viejos vinilos de Pink Floyd. Creo que después de ese día ya se había percatado de mí irremediable tendencia a los desastres.

Alcé la varita intentando enmendar el error y devolver todo el contenido de vuelta.

—Yo me ocupo—. Remus se apresuró a hablar, divertido tras advertir el color rojo del que se me había teñido el cabello.

Agitó la varita y la caja se recompuso como si fuera nueva. Al tiempo, uno a uno, esos objetos se elevaron en el aire y se reacomodaron ordenadamente de vuelta en su respectivo sitio dentro de la caja, que por alguna razón continuaba sosteniendo entre los brazos.

Fue entonces cuando me percaté de una fotografía rasgada, el último elemento en posarse dentro de un sobre que decía "Baile de las eminencias 1976". Me robó la mirada. No sólo me llamaba que era una foto partida por la mitad, si no que en ella se mostraba a una chica. Una adolescente con aspecto de haber vivido en otros tiempos. Un estilo anticuado que me rebelaba que la fotografía probablemente había sido tomada en tiempos escolares del viejo lobo.

Solté la caja, dejando que la misma flotara en el aire por cuenta propia, y a continuación tomé entre mis dedos la fotografía para estudiarla mejor.

Con inequívoco aspecto de sus dos décadas de antigüedad, mantenía ese color ámbar desvaído propia del envejecimiento, y esa chica no paraba de sonreír, sonrojarse y ser continuamente besada en la mejilla por un joven anónimo sentado a su lado. Un chico al que no pude divisarle el rostro ya que era justamente ese extracto de la imagen el que faltaba.

Por un segundo me pregunté si ese muchacho podría tratarse de un joven Remus Lupin. De ser así probablemente estaría contemplando a alguna novia de su juventud, o peor, alguna exmujer. Tras esa sola idea me nació una curiosidad por saber quién era la muchacha de la imagen. Y casi por impulso la duda escapó de mi garganta

—¿Quién es ella?

Remus miró la imagen entre mis dedos y, cómo si mirara un viejo fantasma, por una fracción de segundo su cara se desdibujó. Unos cosquilleos de algo parecido a los celos me embargaron ante esa reacción, pero los disimulé bien. Era consciente de que no debía sentirlos, ni debería sentir siquiera curiosidad, no sólo porque era un colega de la Orden al que hacía poco conocía, también porque seguramente estaba frente a algo que quizá significaba un episodio de su vida del que no me competía enterarme. Pero esa breve reacción en su cara me había revelado que probablemente existía una historia detrás de esta chica, y que un recuerdo acababa de atropellar su mente. 

—Una vieja compañera de Hogwarts —respondió.

Tentando la indecorosa curiosidad me envalentoné a sacar un poco más de información, aunque fue quizás como un pretexto inofensivo para crear charla.

—¿Era amiga tuya?

—Más bien, era amiga de James.

Y con esa respuesta se disolvieron mis primeras dudas, pero otras tantas me asaltaron. Si era amiga de James ¿Qué hacía la imagen de la chica entre sus cosas? ¿Y por qué estaba rasgada por la mitad?, ¿Él era ese extraño muchacho que la besaba?  No tuve el valor o la desvergüenza de preguntar más, pero la respuesta más lógica brillaba con mucha evidencia.

En ese momento sólo pensé que, si esa chica fue capaz de hacer sufrir a Remus, aún sin conocerla, ya se había ganado mi desagrado. Creo que es la curiosa forma en la que trabaja la mente de una mujer enamorada de su colega mayor.

Amiga de James PotterWhere stories live. Discover now