Hogwarts 1974

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"¿Sabes qué hicieron a Mary Mcdonald el otro día?... el concepto del humor que tienen Mulciber y Avery es maléfico. Maléfico, Sev. No entiendo cómo puedes ser amigo de ellos."

—Lily Evans a Severus Snape.

Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte, cap 33.

 La Historia del Príncipe.

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HOGWARTS 1974

Antes de adelantarme a lo referente a Potter, quizá lo mejor es comenzar este relato con aquél incidente que determinó que mi camino y el de James se cruzaran.

Fue durante el 74, y tenía entonces trece primaverales años. 

En aquellos tiempos existía una muy marcada diferencia entre nacidos de muggles y magos. Podría decirse que la pureza sanguínea era una imperiosa bandera política.

Tom Riddle se alzaba con fuerza, y tanto sus detractores como sus partidarios anunciaban su postura de todas las formas posibles. La más evidente, por lo menos en el castillo, se reflejaba en aquellos domingos dónde teníamos la libertad de elegir nuestra forma de vestir.

Daba la impresión de que todo aquél que se enorgullecía de haber crecido en el seno de un apellido de estirpe puro había salido de alguna obra shakesperiana. La vestimenta de los puristas parecía haber quedado varada en algún lugar perdido en el tiempo, con accesorios arcaicos y togas medievales.

En cambio, los nacidos de muggles, como yo, adoptábamos una tendencia más fresca que reflejaba nuestras raíces no mágicas: llevábamos peinados afros o degradados, patillas largas, pantalones acampanados y algunos incluso colgábamos símbolos hippies de nuestros cuellos... era nuestra firma.

 Y ahí estaba yo, un domingo de octubre con mis vaqueros de campana,  modelando con orgullo mis pintas en tendencia londinense "contemporánea y moderna", convencida de que así debían vestir las no-mag aficionadas al buen gusto y el glamour. 

Paseaba junto con Marlene McKinnon por el corredor del vestíbulo principal, centrando nuestra conversación entorno a los encantamientos para el cutis que recomendaba la revista corazón de bruja. 

Desde el momento que había decidido salir de mi sala común, sabía que mi indumentaria no pasaría desapercibida por los adeptos al "señor tenebroso". Mientras repasábamos los mejores consejos para desvanecer el acné, notaba como los orgullosos de la sangre-pura me miraban con desprecio. 

—Me indigesta— buffó Caradoc Dearborn a quién no había advertido tan cerca de mi. Se había asegurado de soltar una tonada suficientemente despectiva como para que lo escuchara tan claro como el cielo de ese día—. He visto elfos domésticos mendigando en el callejón Diagon mejor vestidos, y menos ridículos.

Amiga de James PotterWhere stories live. Discover now