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Por fin es Navidad. La nieve caía suavemente sobre el frío suelo. Los árboles estaban blancos como la nata. No se veían muchos pájaros por el cielo, ya que también ellos tenían frío. Los alumnos se tiraban bolas de nieve, felices, sin preocupaciones.
Un grande árbol de Navidad se encontraba en el patio de Hogwarts, con las luces de colores iluminando el día nublado.
Albus estaba, como cada sábado, paseando fuera del castillo. Tenía frío, mucho frío, pero no le importaba. El paisaje era espectacular. Le encantaba la nieve.

Aquel día se sentía un poco triste. Grindelwald se marchó a su casa en vez que quedarse en el colegio.
El moreno estaba solo, ya que no tenía muchos amigos a parte de su pareja. No le gustaba mucho socializar.
Empezó a nevar de nuevo, más fuerte que antes. Dumbledore y la mayoría de los estudiantes empezaron a correr hacia el castillo para refugiarse.
La tormenta lo devoró todo.

(***)

Gellert estaba preparado. Tenía junto a él una chaqueta, su escoba y sus dos varitas. Una en la mano y la de Sauco en el bolsillo.
—Madre, me voy—
La señora Grindelwald salió de la cocina, sonriendo.
—Vale hijo. Y recuerda, no hagas nada estúpido. Sé educado y ayuda en lo que haga falta— dijo mientras le daba un beso en la cabeza.
El rubio sonrió y salió de casa, cogiendo una mochila vacía. Le había dicho a sus padres que se iba a casa de un amigo para celebrar la fiesta. Sus padres nunca celebran Navidad, para ellos era algo inútil y sin sentido.
Los progenitores fueron tan insensatos en confiar plenamente en el joven.

Grindelwald sonrió para sí mismo.
Se iba a dirigir a la casa de un conocido. Este le había dejado la casa entera para el muchacho hasta el final de los días festivos, ya que no iba a estar porque se iba de viaje.
El rubio se puso la mochila en el hombro. No le iba a servir para nada, la había cogido solo para disimular delante de sus padres.
Montó sobre la escoba y voló en medio de las espesas nubes hasta el centro de Londres.

Estaba diluviando mucho. Grindelwald estaba todo mojado y no había pensado en traerse ropa.
Ya había llegado. Estaba delante del edificio.
—Alohomora— dijo mientras movía la varita, primero haciendo un círculo en sentido de las agujas del reloj para luego bajar hacia abajo.
La cerradura se abrió, dejando al rubio pasar al interior.

No era muy acogedor.
Las paredes y los muebles estaban sucios. El polvo había invadido el hogar, haciendo estornudar al joven.
Las ventanas estaban casi negras y varios cristales se encontraban en el suelo.
—Reparo— dijo Gellert.
Los cristales empezaron a moverse mientras formaban lentamente un vaso.
El rubio suspiró.

"Menos mal que estaré todo el tiempo fuera. Este lugar da asco"

La vivienda sería una especie de refugio donde el muchacho dormirá. Ya había planeado todos los días a la perfección. Estaba decidido en encontrar la Piedra de la Resurrección.

Cogió su escoba del suelo y se dirigió hacia la única habitación que había en ese lugar. Estaba en el mismo estado del salón. No podía ni quería dormir en medio de todo ese desastre.
Cogió de nuevo su varita y empezó a apuntar hacia los objetos mientras decía el encantamiento de limpieza.
—Scourgify— dijo susurrando.
El polvo empezó a desaparecer y la habitación quedó limpia y ordenada.

"Mejor si hago lo mismo en el salón. No quiero morirme de sobredosis de polvo... A lo mejor es posible"

No le gustaba hablarse a sí mismo trámite los pensamientos, pero ese lugar era tan solitario que no pudo resistirse en hacerlo.

(***)

La tormenta por fin se acabó.
Albus se encontraba en los dormitorios. Estaba sentado sobre su cama mientras intentaba leer un libro.
Sólo cuatro compañeros se quedaron en Hogwarts ese año, así que se reunieron también ellos en los dormitorios y empezaron a comer chuches y a reírse de cualquier cosa.
Dumbledore no lo soportaba.
Él quería adentrarse en el mundo ficticio del libro.
Cogió sus cosas y salió de la habitación para irse a la Sala Común de Gryffindor.
Se sentó delante del fuego.
—Se está a gusto— se dijo para él mismo.
Abrió el libro por dónde iba, pero no lograba concentrarse.
Había un personaje que se parecía mucho a Gellert. Cada vez que había escenas con esa persona, recuerdos de él y Grindelwald le venían a la cabeza.
Pensó molesto la siguiente frase:

"Si me dejas de nuevo solo, te mataré Gellert Grindelwald"

Un Amor Peligroso [Grindeldore]Where stories live. Discover now