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Gellert no conseguía dormir.
No estaba acostumbrado a pensar que al levantarse de la cama no pueda desayunar con Albus.
Eran solo las cinco de la mañana, pero él se levantó. Se quitó el pijama y se puso ropa deportiva, listo para empezar el día haciendo ejercicio.
Se puso los zapatos y salió de casa. Hacía un poco de frío y ya se veían un poco los rayos de sol. Los pájaros ya despertaban. Lógicamente casi nadie estaba en la calle, pero aún así Gellert se extrañó en no ver a nadie.
Corrió alrededor de un parque que se encontraba delante de su casa hasta las seis de la mañana.
Al acabar volvió a su casa y empezó a planear su próximo ataque para conseguir la piedra de la resurrección mientras pasaba por delante del salón y de la cocina.

(***)

Albus ya estaba despierto desde hace rato, pero se quedó tumbado un momento para meditar sobre su vida.
Pasados diez minutos se levantó y cogió un pergamino y una pluma para escribirle a Grindelwald. Estaba consciente de que había pasado sólo un día desde que lo vio, pero aún así sentía la necesidad de conversar con él.

"Hola Gellert, ¿cómo estás?
Me resultará muy raro no poder verte cada día, pero... ¡Hey! Serán sólo unos meses...
Bueno, quería conversar contigo pero no tengo ningún tema del que hablar.
Ayer cené espaguetis. Carbonara. También comí pastel de chocolate. Es mis favorito.
Mi padre durante la cena me preguntó si tenía novia o si había conocido a alguien interesante, inútil decir que ha sido muy incómodo.
No quería hablarle de ti por si decide hablar con tus padres. No quiero que te maten.
Odio mucho la gente homófoba, lo siento. Tienen la mente cerrada, no consiguen comprender que el amor no debe ser obligatoriamente entre chico y chica (obviamente no tengo nada en contra de tus padres).
Me he quedado oficialmente sin temas del que hablar.
Escríbeme lo más frecuente que puedas.
Con mucho amor,
Albus"

Al acabar mandó el mensaje con su Lechuza Meriott, un pájaro muy cariñoso y alegre.
La vio alejándose de la ventana, bañada por la luz del sol que salía.

(***)

Al entrar a casa, el rubio olió un rico aroma de bacon. Se acercó a la cocina, donde encontró a su madre cocinando el desayuno.
La mujer no se había percatado de la presencia del hijo así que, cuando acabó de sacar los huevos de la cocina, se giró y se asustó.
Varios huevos cayeron fuera de la caja y se rompieron.
—Ah, que susto Geller— dijo la madre.
—Lo siento. Buenos días—
El rubio se alejó para encerrarse en su habitación, pero su madre le cogió del brazo.
—¿No vas a desayunar?—
—No, estoy bien, gracias—
Movió el brazo para apartar la mano de su progenitora. La pobre mujer lo miró, intentando comprobar si había alguna anomalía, pero se rindió casi de inmediato y volvió a las sartenes para continuar con el desayuno.
Grindelwald se sintió un poco ofendido al ver que su madre no había ni intentado en verificar si algo iba mal, pero apartó de inmediato ese pensamiento.
Mejor así.
Subió las escaleras y por fin llegó a su cuarto, donde se encerró y se encontró una lechuza.

—¿En serio?— dijo al ver el pergamino atado a la pata de la lechuza. Río interiormente al comprobar que su novio no resistió ni un día sin hablarle.
Enseguida cogió un pergamino nuevo para responder a la carta, pero al abrirla descubrió que no era de Albus, sino de Thomas.
Gellert al final decidió no matarlo y optar por desarmarlo, ya que después sería mucho trabajo librarse del cadáver y explicar una versión diferente a la familia y conocidos.

"Si no me dejas ir contigo, te mataré. decides"

Suspiró. No soportaba aquél chico. Justo en aquel momento entró otra lechuza.
Esta vez sí que era de Albus.

Un Amor Peligroso [Grindeldore]Where stories live. Discover now