Mi vista regresa a eso que aún va en el aire, está a poco de llegar a una de las orillas del bosque y mi curiosidad puede más que mi juicio.

Comienzo a caminar hacia el campo a paso rápido, los minutos están contados para que todo oscurezca y eso no va a servirme de mucho.

Intento andar por las partes cortas del pasto y otras hiervas, pero todo el pastizal me llega casi a las rodillas, haciendo que me entren nervios de que una araña o algún animal extraño se me suba a las piernas desnudas.

Acelero más y más hasta encontrarme literalmente corriendo en línea recta para el bosque, supongo que lo que estaba cayendo hace unos minutos por fin ha tocado suelo.

Intento ir hacia donde supongo m ha aterrizado, pero sé que me costará bastante tiempo encontrar lo que sea que haya visto.

El viento sopla frío y lo agradezco mentalmente, me siento más fresca y el poco sudor de mi frente se seca deprisa.

Corro un poco más cuando estoy por llegar a los grandes pinos. Dentro no hay pasto ni cosas que me cubran las piernas, pero tampoco hay señal aparente de que algo aterrizara por aquí.

Con cierta indecisión me adentro en el bosque, hay poca luz y puedo perderme de recorrer mucho. Sin embargo, a algo dentro de mí parece no importarle que pueda morir aquí y me hace seguir adelante en busca de cualquier señal.

El corazón me martillea el pecho y hay tanto silencio que es lo único que puedo escuchar además de las ramas que se rompen bajo mis pies. 

Tengo ganas de regresar, el aire comienza a silbar entre las copas de los árboles y a empiezo a sentir miedo al estar sola y que ya esté haciéndose de noche; pero mis pies no paran ni dan la vuelta para regresar, todo mi cuerpo sigue caminando sin importar el miedo y el peligro.

Voy más rápido mientras me sostengo de árbol en árbol mirando hacia todas partes sin encontrar nada.

Me detengo un momento y veo todo a mi alrededor un segundo, observo el lugar detenidamente hasta que algo a lo lejos llama mi atención, por la distancia y la poca luz no tiene mucha forma, podría ser cualquier cosa, incluso creo que podría ser un pedazo de tronco o una piedra, pero mis pies se mueven más rápido de lo que mi cabeza procesa todo, y ya estoy corriendo hacia allá con la estúpida esperanza de encontrar algo fabuloso, algo increíble.

Y así es, cuando estoy a escasos metros veo que es algo increíble.

Es una persona, un hombre. Está inmóvil, seguramente muerto, o por lo menos eso parece, porque, ¿quién no estaría muerto después de haber caído cientos de kilómetros hasta el piso? Aunque no entiendo como es que después de esos kilómetros no esté hecho mierda en el suelo.

Con más miedo del que he sentido en toda mi vida, camino lo que resta para llegar hasta él, me hinco junto al cuerpo y mis manos se mueven nerviosas en el aire antes de poder tocarlo.

—Oh, Dios — susurro por lo bajo, su camisa blanca está sucia, rota y manchada de sangre por absolutamente todos lados —. Hey, despierta... contesta por favor... — sé que esto es estúpido, está muerto y yo estoy aquí jugándole a la enfermera —. Dios mío, por favor despierta... — toco levemente su brazo, ha caído de lado y tengo demasiado miedo como para acostarlo de espalda al suelo —. Maldita sea, ¿qué hago...? — me quejo como si pudiera escucharme —. Haz algo, no sé qué debo hacer yo... — irónicamente parece escucharme, pues el chico se mueve recostando la espalda en la tierra.

El corazón me da un vuelco y salto hacia atrás, cayendo de sentón en la tierra y arrastrándome para retroceder.

Él sigue inmóvil y yo también, no me lo puedo creer, esa cosa está viva, mi cerebro pide a gritos que me levante y corra, que corra como si no hubiera un mañana y vaya a pedir ayuda.

No para él, para mí.

Pero no hay nada, no puedo moverme ni un centímetro, casi ni puedo respirar y estoy a segundos de morirme del miedo.

Estoy por moverme cuando abre los ojos, casi puedo sentir como el corazón se ha detenido en mi pecho y el aire ha abandonado mis pulmones.

Pero cuando sus ojos me miran siento que todo comienza a oscurecerse y estoy a punto de desmayarme.

—¿Q-qué eres? — interrogo con voz temblorosa, intentando distraerme para seguir consciente —. ¿Qué carajo eres?

No responde, se mueve con dificultad y pone el pecho contra el suelo, comienza a arrastrarse hacia mí y entro en una crisis nerviosa.

Me muevo torpe donde estoy sin alejarme de él realmente, sólo me revuelco en la tierra por el miedo que me gobierna.

Ambos dejamos de movernos al mismo tiempo y nos miramos a los ojos, uno de los suyos es azul y el otro se encuentra blanco en su totalidad.

Extiende una de las manos lentamente hacia mí, y lo único que mi cuerpo logra hacer es quedarse paralizado.

La punta de sus dedos roza suave mi pierna y un escalofrío me recorre el cuerpo por completo.

—¿Quién eres? — averiguo sin aliento.

—Luzbel.

___________________
Siguiente actualización viernes 30 de noviembre ⚠️

Luzbel Where stories live. Discover now