Aquel día en particular Zarc había resultado increíblemente lastimado debido a la pelea que había sostenido contra los nuevos mercenarios que Akaba Leo acababa de contratar para medir su poder. La prueba había concluido y Leo se había retirado para examinar los datos obtenidos mientras que Zarc había terminado en el suelo, herido e incapaz de moverse. Sangre emanaba de las heridas abiertas y sus ropas desgarradas.

-Oye ¿deberíamos llevarlo a la enfermería?- había preguntado uno de los hombres.

-Akaba Leo no nos pagó para hacernos cargo de la princesita- se burló uno de ellos.

-No puede moverse, se desangrará, probablemente-

-No lo hará, es demasiado resistente ¿quién podría imaginar que detrás de ese lindo rostro había alguien tan fuerte?- era difícil de admitir pero el chico les había dado una buena batalla.

-¿Lindo rostro? ¿acaso te gustó?- uno de ellos se burló.

-Hey, no me acuses de alguna clase de mierda homo cuando el tipo tiene la cara tan linda como la de una chica-

-Su cuerpo sigue siendo el de un hombre-

-Un agujero es un agujero- se defendió.

-Bien, si eso es cierto ¿porqué no lo pruebas?-

Al escuchar esas palabras el cuerpo de Zarc se paralizó, había estado tratando de normalizar su respiración los últimos minutos, sin prestar atención a los hombres que permanecían consigo en la habitación, sin embargo, esas palabras eran algo que difícilmente podrían ser ignoradas.

-¿Estás loco? ¿qué crees que nos diría el jefe?-

-Tu lo dijiste, no nos pagan por cuidar de la princesa, si le desgarras el trasero no habrá gran diferencia-

-Bueno, si lo pones así- una perversa sonrisa se dibujó en el rostro del hombre -empecemos entonces-

Zarc reaccionó, como pudo se incorporó e intentó apartarse, estaba claro que no fue lo suficientemente rápido. Dos pares de manos lo sostuvieron contra el piso, inmovilizando sus brazos y sus piernas. Forcejeó, pero había llegado al punto en el que su resistencia era mínima, tan indefenso como un pequeño niño.

No pudo luchar contra las manos que terminaron de rasgar todas sus ropas fuera de su cuerpo, no pudo apartar tampoco esas manos que tocaron con brusquedad su cuerpo, dejando detrás marcas de abrasiones en su blanca piel. Mucho menos pudo evitar que colocaran su cuerpo en la posición que ellos querían. 

El miedo lo hizo temblar, y, al mismo tiempo, lo hizo luchar con más fuerza, recibiendo más golpes y rudas caricias en lugar de piedad. Los hombres, en cambio, se reían de sus acciones.

-Míralo luchar, aún cree que puede escapar de esta-

-No puedo ver lo especial que tiene si es tan fácil de derrotar-

-No tiene caso pensar en ello, lo derrotamos, tomaré mi premio ahora-

Los ojos de Zarc se abrieron a más no poder cuando un dolor horrible lo atravesó, poco después de escuchar esas palabras. Su cuerpo se tensó mientras sus ojos se llenaron de lágrimas, el grueso invasor había penetrado su lugar más íntimo desgarrando todo a su paso. Sin embargo, no tuvo siquiera la oportunidad de recuperarse un poco cuando el hombre empezó a moverse.

-Mira, esta sangrando, era una princesita virgen- 

Las burlas no dolieron, no más que su cuerpo y su corazón por ser sometido a semejante abuso. 

Gravity of youWhere stories live. Discover now