Cap. 22- Batalla final (I)

11.3K 999 671
                                    

Una vez que los desgarradores gritos femeninos dejaron de inundar la sala, Marcus Milton aguardó otras dos horas para que sus científicos estabilizasen a la chica, y esta descansara un poco

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Una vez que los desgarradores gritos femeninos dejaron de inundar la sala, Marcus Milton aguardó otras dos horas para que sus científicos estabilizasen a la chica, y esta descansara un poco. Cuando consideró que ya había esperado más que suficiente, volvió a entrar en el laboratorio.

―¿Y bien? ―interrogó, sin andarse con rodeos.

Alexa estaba sentada en la misma silla reclinable que horas atrás, pero ahora ningún grillete la encadenaba. Aun así, permanecía inmóvil, con la espalda recta y la mirada ausente, mientras uno de sus hombres le examinaba la respuesta ocular con una linterna óptica y el otro registraba los resultados en el ordenador.

―El proceso ha sido un éxito, señor ―respondió el primero, guardándose la linterna en el bolsillo de la bata blanca.

―¿Y el tumor? ―Hiperión reprimió la mueca de victoria. No debía precipitarse, de poco le serviría que la chica fuese ahora una muñeca dispuesta a cumplir todas sus órdenes si el lavado de cerebro la había dejado tan débil que ni podría unir el Zenit.

―Le hemos inyectado el suero que usamos para detener la proliferación de células infectadas por el extremis en los mejorados ―explicó el mismo científico―. Ha funcionado según de lo esperado ―añadió, indicándole la pantalla del ordenador, donde se reflejaba un escáner cerebral de la joven―. Como ve, el tumor se ha paralizado completamente. Mientras dure el efecto, será como si no existiese.

Esta vez, el eterno se permitió la expresión triunfante.

―¿Y cuánto durará? ―quiso saber.

―Es imposible estimarlo con exactitud, calculamos que un par de días a lo sumo. Le hemos administrado una dosis muy elevada ―aclaró uno de los hombres.

―Perfecto ―Marcus se limitó a asentir. Sabía que, en cuanto el compuesto despareciese del organismo de la chica, la proliferación del tumor regresaría el doble de agresiva; probablemente a partir de ese instante ella no resistiría más que unas horas.

Con un poco de suerte, para entonces, su gente ya liberada sabría cómo curarla; los poderes y conocimiento de un eterno puro eran inmensurables. Sin embargo, si no se daba el caso, tampoco sería su problema, pues Alexa ya habría cumplido su función, ensamblar las cuatro partes del Zenit.

Todavía con la mueca de triunfo pintada en el semblante, se situó frente a la joven, quien le devolvió la mirada en silencio.

―Bienvenida, Trojan ―empezó él. Había considerado un detalle cínico, mordaz y deliciosamente satisfactorio rebautizarla para sus fines con el mismo sobrenombre que le habían dado aquellos que durante años la habían mantenido alejada de él.

Ella solo asintió en un gesto monótono.

―Tengo una misión para ti ―prosiguió el eterno―, ¿estás lista para recibir órdenes?

Trojan » Steve RogersWhere stories live. Discover now