El hombre asiente levemente, partiendo en busca del pedido de la mujer, feliz por haber deleitado sus ojos.

—¿No sonríes? —sus ojos están fijos en mi rostro.

—¿Por qué debería?

Mis antebrazos se apoyan sobre la barra de la taberna y mis dedos se cruzan los unos con los otros. Ella me contempla con admiración y sonríe con sensualidad.

—Digo, tienes una belleza extraordinaria, algo que no he visto mucho, excepto en alguien que conozco —explica—. Me he de imaginar que, si sonrieras, sería mucho más fácil que encontraras a alguien.

—Ya lo he hecho —digo.

Hay cierta pizca de humor en mi respuesta.

—Sí —afirma—. Pero me refiero, a alguien que no te haga sentir la necesidad de visitar estos lugares, ¿no te gustaría?

—No es parte de mis prioridades.

El cantinero se acerca con la botella de bourbon y dos vasos de boca ancha. Vierte medio vaso del licor y la chica se apresura a tomar su vaso, lo lleva directamente a sus labios y toma un sorbo. Parte de su labial se queda impregnado en el vidrio.

—¿Por qué no?

El alcohol parece darle valentía.

—No son asuntos de tu incumbencia —tomo de un solo sorbo todo el licor.

Eleva ambas cejas cuando observa el vaso vacío sobre la barra, tomo la botella sin pedir permiso y vierto más líquido.

—Bebes como a alguien a quien le han roto el corazón —agrega con seguridad.

Una risa carente de humor y energía resurge de mi laringe, ¿acaso tengo corazón?

—Soy yo el que los rompe.

Durante estos cinco meses, he consolado a muchas humanas con el corazón roto, he palpado ese dolor en ellas, sin embargo, no puedo ser capaz de experimentarlo en mí, simplemente puedo apreciarlo y entenderlo.

—¿Ah sí?

Me limito a tomar pequeños sorbos de mi vaso, el cual he vuelto a rellenar, volteo a mirarla y me escruta expectante.

—No ha habido humana lo suficientemente excepcional, que sea capaz de cometer tal arrebato conmigo.

—Puede haber una primera, siempre hay una primera.

Sus ojos me miran con decisión.

Entonces trato de hacer algo que siempre me he atrevido a hacer con todas las humanas, meterme a su cabeza sin permiso, pero ella no me teme. Sin embargo, no es necesario, puedo adivinar cuáles son sus pensamientos; deseo, dinero, sexo.

—¿Crees que tú puedes ser esa materia biológica excepcional? —le cuestiono sin quitarle los ojos de encima.

Ella deja su vaso sobre la barra, sus labios se estrellan entre sí, esparciendo los restos de labial en ellos. Su mano se entierra en su corta cabellera rojiza, acomodándola. Ladea su cabeza un poco y una parte de su cuello queda al descubierto ante mis luceros; me provoca.

—¿Puedo? —interrogo extendiendo mi mano con la palma hacia arriba.

Ella reposa su mano sobre la mía y la sostengo con gentileza, con mi dedo pulgar, acaricio de forma circular y sutil los nudillos de su delicada mano. Luego detengo la acaricia y aprieto levemente el dorso de esta. Las imágenes de su vida pasan a velocidad apresurada por mi cabeza, y cuando creo haber visto lo suficiente dejo de sostenerla.

Su mano queda suspendida en el aire y sus pupilas me observan con desencanto.

—¿Qué no ibas a besarla? —interroga, haciendo referencia a su mano.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Where stories live. Discover now