Agradecimientos

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No sé por dónde empezar. De hecho, todavía ni siquiera caigo en la cuenta de que Magnate finalmente ha terminado.

Ha pasado muchísimo tiempo desde que la idea de la historia me llegó a la cabeza. Ha pasado un montón desde la primera vez que intenté escribirla sin obtener el resultado que quería. Magnate siempre supuso un reto para mí y nunca entendí del todo por qué —porque, admitámoslo: no es la trama más única del mundo y tampoco es la complejidad hecha historia. De hecho, soy plenamente consciente de cuán sencilla es—, pero, a estas alturas, creo que ya no me interesa averiguarlo.

Estoy muy nostálgica, emocionada y feliz de haber cerrado el ciclo tan tórrido que es esta historia y, por sobre todas las cosas, estoy satisfecha.

¡Sí! ¡Leyeron bien! ¡Dije «satisfecha»!

No voy a justificarme. No voy a darles mis motivos para haber cerrado la historia del modo en el que lo hice —porque, a estas alturas, creo que ya todas han notado que no habrá segunda parte de la historia—. Creo fervientemente que cada lector es dueño de su propio criterio y ustedes decidirán si el final fue el adecuado o no; y no voy a discutírselos. Para mí, fue el correcto. Fue lo que se sentía bien y ya está. No voy a obligar a nadie a pensar lo mismo que yo.

Para mí, Tamara y Gael pasaron por tanto y se hicieron tanto daño, que no se sentía bien no darles el espacio que necesitaban para sanar. Para componerse a sí mismos y arreglar sus problemas antes de intentar comenzar de cero. Porque lo importante es estar bien con uno mismo antes de aventurarse a lo desconocido con alguien más. Ellos necesitaban arreglarse lejos el uno del otro, y eso hicieron.

¿Fue bueno? ¿Fue malo? ¿Realmente sanaron?... No lo sé. El tiempo lo decidirá. ¡Y, sí! ¡Ya sé! ¡Parezco lunática aquí, hablando sobre ellos como si realmente existieran! Pero es que los siento tan reales. Tan humanos...

En fin. Creo que lo que trato de decir, es que así es la vida. Así son las relaciones. Son ciclos constantes. Son cierres e inicios. Gael y Tamara cerraron un ciclo por salud emocional, y abrieron otro que va a llevarles a donde tenga que hacerlo.

Yo confío en ellos. Sé que funcionan. Sé que desde el primer momento hicieron clic, así que no me preocupo para nada por lo que el destino les deparará, porque sé que hallarán la solución a todo lo que se les presente; y sé que lo harán bien. Como se debe.


Y, pues nada... Dicho esto, solo quiero agradecerles infinitamente. Quiero agradecerles el tiempo que le dedicaron a la lectura de la historia, el tiempo que me regalaron al escribirme un montón de comentarios —por cierto, ¿sabían que los leo todos? Así es. Leyeron bien: «todos» dije. ¡Los sucios también, pecadoras!—, por regalarme un pedacito de su día al dedicarle unos minutos —u horas— a Tamara y a Gael... Quiero agradecerles absolutamente todo.

No me va a alcanzar la vida para retribuirles tanto. No me van a alcanzar las palabras para describir cuán afortunada me siento de saber que me han dado la oportunidad de regalarles un poquito de mí en cada párrafo. Espero, de verdad, que me permitan seguir haciéndolo.

¡Gracias, gracias, gracias!


¡Y no me despido! 

Tengo la esperanza de leerlas pronto en los comentarios de algunos de mis nuevos proyectos o, ¿por qué no?, en alguno de los antiguos.

¡Muchísimas gracias por todo y por tanto! ¡Nos leemos pronto!

-Sam.


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