Capítulo 29

462K 34.7K 17.7K
                                    



Estoy temblando. De pies a cabeza. Mi cuerpo entero es presa de una oleada de pequeños espasmos incontrolables y ni siquiera sé por qué está pasándome esto. Ni siquiera sé por qué mi corazón late de la manera en la que lo hace, o el motivo por el cual estoy quedándome sin aliento ahora mismo.

Ansiedad, nerviosismo, pánico absurdo... Todo se arremolina en mi pecho y comienza a abrirse paso en mi interior; sin embargo, trato de empujarlo lejos. Trato de concentrarme en la forma en la que las manos del magnate se aferran a mis muslos. En la manera en la que mi boca arde ante el contacto brusco que tiene con la suya, y en la forma en la que el sabor de su beso me llena el cuerpo de electricidad.

Me concentro, entera y completamente, en la manera en la que Gael Avallone me llena de todo eso que creí que nunca sería capaz de volver a sentir.


Mis dedos —temblorosos, torpes y ansiosos— se deslizan dentro de la camisa medio abierta del hombre que me mantiene presa entre su cuerpo y el coche en el que llegamos y, en el instante en el que hacen contacto con la piel caliente y suave de sus hombros, un gruñido retumba en su pecho y reverbera en el mío.

Acto seguido, mis manos se deslizan hacia arriba, hacia la piel de su cuello y, cuando llego a su mandíbula, planto mis palmas y lo sostengo ahí, para mí; para besarlo a mi antojo y tomar de sus labios todo eso que me ofrece.


No sé cuánto tiempo pasa antes de que se aparte de mí; pero, cuando lo hace, me deja sin aliento.

Un resuello tembloroso escapa de mi garganta en ese instante, pero no me da tiempo de procesar nada. No me da tiempo de preguntar qué es lo que ocurre, porque ya está apartando mi cuerpo del coche. Ya está avanzando conmigo a cuestas, en dirección a las escaleras ascendentes que dan al interior de su casa.

Un balbuceo incoherente —que pretende ser una protesta. Una petición para que me baje y pueda caminar por mi cuenta— escapa de mis labios, pero él lo hace acallar con otro beso urgente, impidiéndome decir nada.


Gael se abre paso hasta el fondo de la estancia entre besos, resuellos, suspiros rotos y respiraciones agitadas y, cuando llegamos al pie de las escaleras, me deposita en el suelo con cuidado antes de romper nuestro contacto. Entonces, envuelve sus dedos cálidos alrededor de mi muñeca y tira de mí con suavidad en dirección a la puerta de servicio que siempre utilizamos cuando venimos a su casa.

Es hasta ese momento, que la resolución de lo que está sucediendo cae sobre mí y se asienta con violencia sobre mis hombros. Es hasta ese momento, que un nudo de puro nerviosismo se instala en la boca de mi estómago.

Mi pulso late con fuerza detrás de mis orejas, mi respiración es dificultosa, mis manos se sienten temblorosas, y toda la sangre de mi cuerpo se agolpa en mis pies cuando Gael rebusca las llaves de su casa en los bolsillos de sus pantalones; sin embargo, no es hasta que abre la puerta, que el verdadero pánico se apodera de mí.

Aprieto los dientes.

Una oleada de nerviosismo se dispara en mi cuerpo en ese momento y me quedo aquí, quieta, mientras él, con expresión cautelosa, me observa fijamente.

que ha podido notar cuán dubitativa me encuentro y la vergüenza se abre paso en mi sistema.

—¿Quieres que te lleve a casa? —pregunta, con serenidad, pero el temblor en su voz es tan intenso, que me sobrecoge por completo.

«Sí... No... No lo sé.»

Niego con la cabeza, pero no me muevo ni un milímetro.

—Tam, no tiene que pasar nada si no quieres que nada ocurra —el tono suave y amable que hay en su voz, no hace más que atenazarme el pecho. No hace más que disparar en mi sistema una oleada de emociones abrumadoras y desconocidas—. No llevo prisa de nada. No contigo...

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora