Al día siguiente, unas reseñas llenaron el internet y, para el viernes de la semana pasada, ya todos los noticieros, revistas y periódicos de interés estaban hablando sobre el libro.

El escándalo no se hizo esperar en lo absoluto y las noticias respecto a la adicción de Gael, su adolescencia turbulenta y su pasado oscuro llenaron todos los tabloides, revistas amarillistas y programas de espectáculos y chismes.

Para cuando llegó el fin de semana, Gael Avallone pasó de ser uno de los hombres más importantes del mundo financiero, a la comidilla y burla de todos los programas televisivos habidos en el país; yo, por otro lado, pasé a ser la arribista, trepadora e inescrupulosa mujer que se aprovechó de los sentimientos de un hombre para destruirlo. Para conseguir algo de lo cual pudiera beneficiarme.

Mi vida entera dio un giro de ciento ochenta grados a partir de entonces. El acoso de los reporteros y periodistas no se hizo esperar, y ha sido tanto desde entonces, que ya ni siquiera me atrevo a salir de mi casa por miedo a ser abordada por alguien. Por miedo a ser interrogada o atacada por una serie de preguntas que realmente no quiero responder.

Mi ansiedad ha tocado límites estratosféricos desde que todo el desastre se desató y mi estado emocional solo ha ido en picada. El coraje, la impotencia, la frustración y la desesperación no se han hecho esperar. De hecho, han formado parte de mi vida desde el instante en el que el dichoso libro salió a la venta.

Hace unos días llegó a casa de mis padres una caja con ejemplares que ni siquiera he querido abrir. El saber que está ahí y que son el arma que David Avallone usó en contra nuestra, no hace más que hacerme sentir enferma. Furiosa conmigo misma...

La tortura mental a la que me he sometido desde que el libro salió a la luz, no ha hecho más que volverse peor con cada día que pasa. El hecho de saber que Gael está furioso conmigo —con justa razón— y que no quiere saber nada de mí, no hacen más que incrementar la horrible ansiedad que me carcome por dentro.

Mi comunicación con él ha sido nula desde la última vez que hablamos en su casa —aquella en la que me contó toda la verdad sobre la existencia de su hijo y su pasado—. Intenté —luego de darme cuenta de que me había bloqueado tanto en mensajería como en llamadas— buscarlo en su oficina, pero los guardias de seguridad de la entrada ni siquiera me permitieron el paso. También traté de llamarle a su secretaria, para así intentar contactarle, pero se me fue negada cualquier clase de posibilidad de comunicación. Luego de eso, mis llamadas a su oficina dejaron de ser respondidas también.

El último recurso que me quedaba era el de ir a buscarlo a su casa, pero, cuando lo hice, el guardia de la caseta de seguridad me impidió la entrada. Dijo que tenía órdenes expresas de Gael de no dejarme pasar por ningún motivo, y eso, por sobre todas las cosas, ha sido lo que más ha dolido. Su rechazo y su renuencia a verme, es lo que más me ha herido de todo esto.

Sé que tiene todo el derecho de no querer saber absolutamente nada de mí luego de lo que pasó. Sé que tiene todo el jodido derecho de sentirse enojado hasta la médula conmigo y, de todos modos, no puedo dejar de sentirme miserable por eso. No puedo dejar de sentirme a la deriva luego de todo el caos que se ha desatado.


Para coronar toda la situación que se ha propiciado luego de la publicación del libro, el día de ayer, gracias a mi padre, me enteré de que Grupo Avallone ha comenzado a tener pérdidas considerables de dinero e inversiones. Al parecer, el escándalo público y la revelación del pasado de Gael, ha hecho que muchos de los inversionistas del emporio comenzaran a vender sus acciones en la empresa a costos bajísimos. Costos que podrían afectar en demasía el equilibrio financiero del que Gael está al mando.

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Where stories live. Discover now