Llego tarde a casa por el tráfico que se hizo de camino gracias a un camión cargado de zapatos que soltó la carga y dejó el camino lleno de los mismos. Al llegar, abro la puerta con mucha flojera y lanzo mi bolso al sillón luego de quitarme los zapatos. Eli y Lou me reciben con una sonrisa.
— ¿Pasa algo? —les pregunté al mismo tiempo que me servía un poco de café en una taza. Lou se adelantó:
—Estamos emocionados por la fiesta —Eli sonrió.
Escuchamos la puerta de la casa abrirse y esperamos unos segundos hasta que vimos a Harry aparecer con una caja de donas en las manos. Se acercó a mí y me dio un corto beso en los labios como saludo. Se incorporó entre nosotros y se dedicó a escuchar toda la conversación. Minutos después nos dejó para ir a dormir.
Cuando subí a la habitación para dormir, encontré a Harry hecho un ovillo de su lado de la cama. Me acerqué con cautela y acaricié su brazo para llamar su atención.
— ¿Qué te dijo el doctor? —le pregunté con media sonrisa. Harry se giró hacia mí y me miró a los ojos.
— ¿Te importa si te beso? —pregunta tímido. Le sonrío de una manera graciosa.
—A estas alturas del partido ya no tienes que pedir permiso —él se ríe entre mis labios, y de la misma forma me besa con ternura. Me aparto de él por falta de aire, y noto que sus ojos aún están cerrados. Me apresuro a darle otro beso.
Jamás creí que un beso significara tanto para dos personas. No hay palabras entre Harry y yo en ese momento, pero lo sabemos todo: las cosas irán mejor. No pensé que llegaría a entregarme tanto en un beso, y que nunca me cansaría de sentir sus labios sobre los míos. Harry me envuelve entre sus brazos y se separa de mí para verme.
—Tú de verdad no sabes cuánto te amo, ______ —me besa nuevamente y se aleja de mí una vez más para decir: —. Gracias por no dejarme ahora que te necesito.
Yo dejo escapar un suspiro. Me pican los ojos por las ganas de llorar, y no resisto más de un minuto hasta que se me escapan algunas lágrimas que captan la atención de Harry. Él permanece callado.
—Tienes que prometerme algo —él lo dice de una manera suave, como si supiera que con decirlo puedo quebrarme. Yo le pregunto qué cosa —. Promete que si alguna vez, por alguna cosa, debemos separarnos, no vas a reemplazarme.
Yo me estremezco de escuchar aquello y dejo que las ganas de llorar se apoderen de mí. Ahora estoy sollozando, y con mucho trabajo le respondo entre jadeos:
—Te lo prometo —y me hundo en sus brazos para llorar.
—No llores, me hace sentir pésimo.
Yo lo ignoro.
—Si los papeles se revirtieran esperaría que tú lloraras por mí también.
Él bajó la mirada a mis ojos.
— ¿De qué hablas?
—Solo digo… —jadeé entre lágrimas —que si fuera yo la enferma, desearía que tú lloraras por mí… porque eso significaría que sientes algo por mí.
—No digas eso. No te gustaría que llorara, créelo. Las lágrimas no significan amor.
Pude escuchar que lloraba también. Mi pecho comenzó a contraerse del dolor.
—A veces desearía ser yo la enferma —Harry tomó mi barbilla a la altura de la suya para que pudiera verlo a los ojos, y dijo:
—Tal vez no estés enferma, pero eso no significa que esto no duela como si lo estuvieras. Duele más de lo que crees, ______ —él se veía tan triste que por un momento deseé salir corriendo y llorar sola. Me senté a su lado y le miré atenta mientras ambos llorábamos. Él me tomó por las manos y se las llevó al pecho, luego dijo: — ¿Me sigues queriendo así, enfermo y desgastado?
