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*Narra Valentina*

Ahora me encuentro en camino al hospital, después del evento me llamaron para que fuera a ver algo sobre mi padre. Cada que llamaban, me preocupaba demasiado, por lo regular pedían el dinero para pagar la deuda. Mi jefe ya me había pagado, así que podría pagar una parte.

Llegué y pasé a recepción.

– Buenas noches. – saludé a la enfermera que estaba ahí.

– Buenas noches, señorita. ¿Qué se te ofrece?

– Me llamaron para que viniera a ver unos asuntos sobre mi paciente.

– Muy bien, ¿Cuál es el nombre de tu paciente?

– Emmanuel Liceaga. – le dije el nombre de mi padre y ella lo busco en la computadora.

– Ah, sí. Te llamamos para darte un informe. Sé tú situación y por eso se me hizo extraño. Aquí me autorizan para darle el tratamiento que con anterioridad te habíamos comentado. y quería que confirmaras.

– ¿Disculpa? Yo venía a dar una parte del pago para dicho tratamiento. – dije confundida.

– Aquí me dice que los gastos ya están pagados. – volvió a mirar el monitor.

Oh no, Santiago...

– Disculpa, ¿Puedo saber quién hizo el pago?

– No lo sé, señorita Liceaga, a mí solo me pasaron el reporte de que los gastos ya estaban pagado. Firma aquí para que procedamos a darle el tratamiento. – me entregó una hoja.

– S-sí. – dije dudosa.

Después de llenar otras hojas, me dijeron que estaba bien, me podía retirar. No sabía que pensar, una cosa era segura. Mañana por la tarde iba a ir a darle las gracias a Santiago.

Cuando llegué a mi casa, fui de inmediato a mi habitación y me dormí rápido, estaba cansada, había sido un día muy largo.

[...]

Domingo 7 de Octubre de 2018

Ahora me encuentro en la recepción de la empresa de Santiago, su tan linda secretaria no me deja entrar a verlo.

– ¿Y para que quieres pasar a ver a mi hombre? – preguntó.

Reí ante su comentario tan inmaduro.

– Eso no es asunto tuyo, por favor dile que estoy aquí. Es importante. – hablé con frustración.

Esta mujer era demasiado odiosa.

El dispositivo que, yo supongo que, le comunica con Santiago, sonó sobre su escritorio.

– Mónic, ¿Puedes venir por favor? – era él.

– Si me disculpas, él me espera. – se levantó de su asiento y empezó a caminar en dirección a la oficina de Santiago, no sin antes acomodarse la corta falta, el escote y el cabello.

Bufé.

Aproveché su absurda caminata de pasarela y la rebasé, para poder entrar a la oficina de Santiago antes que ella.

– Santiago. – hablé cerrando la puerta, él me miro.

– Valeria. – se levantó, sorprendido –¿Qué hace aquí? – me miro confundido.

– Perdón por entrar así. – me separé de la puerta.

– Disculpe, señor Coscarelli, ¿Quiere que llame a seguridad? – dijo su odiosa secretaria asomando sus narices.

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