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Empecé a escuchar la música de aquel lugar, ya estábamos cerca. Había demasiados carros estacionados.

Por lo que podía ver, era un lugar muy concurrido, especialmente por adultos jóvenes buscando un poco de distracción erótica.

Joe estacionó el carro en un espacio libre no muy lejos de la entrada. Ambos bajamos del auto sin hablar demasiado, ya que conforme nos acercábamos a la entrada era imposible mantener una conversación por el estruendoso ruido de la música.

Tardaremos una eternidad para llegar a la entrada. Hay muchísima gente.

Un pequeño golpe en mi hombro me hizo voltear, atención a Joe intento decir algo, no escuche lo que dijo, peri pude leer sus labios, formaban un "sígueme", acompañado de un movimiento de cabeza señalando hacia la entrada.

Seguí a Joe entre toda la multitud, algunos nos miraban mal y hasta nos empujaban por el hecho de que íbamos hasta en frente. Nos paramos en la cadena, nos detuvo un tipo alto, de piel oscura, calvo y con una chaqueta de cuero, era un vigilante.

– Si quieren entrar tendrán que formarse como todos los demás. – dijo de mala gana aquel hombre.

– Tranquilo viejo. – Joe sacó su identificación junto con otra tarjeta y un billete, se la entregó al vigilante.

De inmediato la cara del hombre cambio a una un poco más relajada.

– Disculpe señor, Joe, adelante. – quito la cadena de un lado.

Joe entro sin problemas, lo seguí, pero el vigilante volvió a cerrar la cadena.

– Vengo con él. – reclame.

El tipo miro a Joe y este asintió, por fin me dejo pasar.

En cada rincón se encontraban tubos de metal, en lo parecía ser el centro del lugar, había tres escenarios, el de en medio más grande que los otros, parecía ser el principal. Alrededor de cada escenario había hombres viendo mujeres bailando.

Yo jamas pensé que hubiese categorías en este tipo de lugares, literalmente era la primera vez que visitaba un lugar como estos, siempre me la pasaba al pendiente de mi empresa, lo mucho que hacía para divertirme era jugar en los casinos de Joe.

Había escuchado de otros lugares, pero uno de los más conocidos era este. Que pequeño es este mundo, nunca creí visitar uno de estos lugares, pero bien dicen: nunca digas nunca.

Parecía que Joe era cliente frecuente, porque los meseros lo saludaban y las bailarinas que pasaban a nuestro lado se le insinuaban un poco, a mí también, pero con menos frecuencia. Joe de pronto paró y volteó a verme, yo lo miré extrañado.

– ¿Quieres un baile así o un baile privado? – me dijo casi gritando gracias a la música.

– Tú me prometiste un privado. – contesté en el mismo tono de voz que él.

– Esta bien, hombre. Vamos con el encargado. – empezó a caminar, yo solo me dispuse a seguirlo.

Joe se acercó a un mesero y le dijo algo, el asintió y empezó a caminar hacia una especie de pasillo, los dos caminamos detrás de él. Al llegar el mesero nos indicó que siguiéramos por el pasillo y se retiró.

Subimos las escaleras, era un edificio de tres pisos, teníamos que ir al último piso.

Estaba algo confundido, pero confiaba en mi amigo. Los dos entramos y conforme avanzábamos el ruido iba disminuyendo, las paredes eran especiales para neutralizar el ruido.

Llegamos a una puerta y Joe tocó, un hombre alto y fuerte abrió. Se parecía bastante al que vimos en le entrada.

– ¿Qué se les ofrece? No pueden estar aquí. – hablo con un tono fuerte, trataba de intimidarlos.

SutraWhere stories live. Discover now