Capítulo dieciséis.

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Mis días en la universidad se sentían cada vez mejor. Aunque me faltaba compañía en la casa, no me sentía sola, y debía ser porque la mayoría del tiempo la pasaba con Anika y Luca Polo. Ellos me habían enseñado a cocinar, a vestirme mejor, Anika estaba invirtiendo tiempo en mi piel y yo ya no lucía como si fuese una drogadicta.

Cada semana visitaba a Félix, y ya no había una onza de gusto por él en mí. Lo quería, mierda, lo amaba, me partía el alma verlo sufrir, porque por alguna razón, no estaba viendo cambios, y aunque él cada vez me prometía amarme y cuidarme en mejores condiciones, yo sabía que algo andaba mal con él.

"¿Young?" Lo llamaba una señora de cabello blanco, una de las enfermeras del lugar. "La dosis."

"¿Dosis?" Mi pregunta lo había alterado. "¿De qué dosis habla?"

"Es para mantenerme bajo control." No me miraba a los ojos. Debía suponerlo, pero no le presté la suficiente atención. "Tranquila."

"¿Félix?" De muchas cosas ne había arrepentido, pero por una vez en mi vida sentía que hacía algo bien. "Te amo. Te necesito sano, ¿sí?"

Debía decírselo, por el amor de Dios. Debía decirle, porque aunque ya no quisiera que fuese mi novio, que me tocase, que me mirase con ojos de lujuria y pasión, yo aún lo amaba. Aún quería que estuviese bien, que saliera del pozo y que tomara las riendas de su vida.

Pero eso a él no le importaba. "No te imaginas cuánto te amo."

"Promete que seguirás luchando." Era como si mi subconsciente pudiese ver, tal vez era lo transparente que ya estaba.

"Tranquila, Artemis."

Número tres.  [COMPLETA]Where stories live. Discover now