Capítulo once.

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"¡Pravesh!" Recuerdo perfectamente su apellido, porque, nunca lo había escuchado antes y me causaba cierta curiosidad. "¡Pravesh!"

"¡Anika! ¡Me puedes decir Anika, maldito imbécil!" También recuerdo la picardía en su boca y la forma en la que sus ojos se entornaban cuando algo o alguien osaba de molestarla, solo por el placer de hacerla enojar.

Luego del dichoso reto, los demás ni siquiera se mostraron sorprendidos, al parecer ya era algo normal en Anika. Tal vez sí era lesbiana, o tal vez le gustaba jugar así y ya todos lo sabían. Yo no lo sabía, eso era cierto. Pero pronto lo haría.

"Roten eso." Se pasaban entre sí un rollo de marihuana. No me parecía algo extremo, según veía era solo uno entre al menos doce personas. A ese ritmo no sentirían ni un mareo.

Pero yo no lo haría, porque mientras mi novio se estaba jugando la vida por luchar contra las drogas, yo no podía ir en contra de lo que lo había hecho hacer. Él era muy terco, pero convencerlo de que se liberara de la adicción no había resultado tan complicado, porque lo único que necesité fue decirle que si no dejaba esos vicios, yo lo dejaría.

Nunca olvidaré lo mucho que se quejaba de que tendría que gastar los ahorros de su seguro funerario en un centro de rehabilitación donde ni siquiera tendría Wi-Fi, que era básicamente el punto de conectarse con la sobriedad y volver a sanar.

"No, yo no fumo." Lo había negado al menos unas ocho veces en una hora. Ellos no decían nada al respecto. Al parecer, no eran tan inmaduros como yo pensaba.

"¿Y?" Se me acercó Anika después de verme sola parada en una esquina. "¿Te gustó el beso?"

Recuerdo que aunque ella fuese tres años menor que yo, sentía que ella era mucho más experimentada. Ella fluía mejor ante lo que se le presentara, y sin duda sabía lo que hacía. Era tan segura como para preguntarme si me había gustado el beso que me había dado, ¿quién hace eso?

"Nunca había besado a una mujer." Le confesé. "Parece que tú sí."

"Me gusta." Ella no parecía guardarse nada. "Sí."

Tal vez eso era lo que me había gustado de ella, que no se guardaba nada, que era ella en su máxima expresión y que no le importaba decir lo que pensara cuando así lo quisiera. Yo era todo lo contrario, y mi silencio me delataba. Tanto, que ella podía entenderlo.

Número tres.  [COMPLETA]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ