Artemisa (II)

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La eterna doncella llora

Por todas las niñas que tiemblan abrazadas a sus propias piernas en un rincón oscuro bajo de sombra de hombres que las miran como ellas lo hacen a un dulce.


La señora de la luna grita

Por todas las chicas que creen que un hombre debe decirles qué es lo que tienen que traer puesto cuando ella ilumina la noche.


La diosa de los nacimientos se tira de los cabellos

Por todas las mujeres que mueren en una cama sucia en un rincón olvidado de algún barrio bajo, manchadas de su propia sangre entre las piernas.


La señora de las cosas salvajes

Acuna a todas esas mujeres olvidadas, despreciadas y que los suyos apuntan con un dedo acusador, y les da un lugar entre sus doncellas para que puedan sentir el viento en el rostro, la adrenalina en sus venas y la tierra bajo sus pies.

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